El dilema de las certificaciones de productos orgánicos en Costa Rica

Miles de familias cultivan alimentos mediante técnicas agroecológicas, es decir mediante la agricultura orgánica, lo cual significa concentrar su energía en producir suelos saludables y no usar químicos sintéticos en sus cultivos. Sin embargo, varios de ellos no tienen una certificación de “orgánico” oficialmente y muchos no creen en el mecanismo de certificación.

Por Fabiola Pomareda García*, Agroecóloga, 22 de septiembre de 2017

Según el Informe XXII del Estado de la Nación en Desarrollo Humano Sostenible, al 2015 habían 11.055 hectáreas certificadas como cultivos orgánicos, lo que representa el 2.4% del área total cultivable en Costa Rica [1]. Pese a que desde 2007 existe legislación vigente en la materia de agricultura orgánica el crecimiento en términos de área ocupada por la producción orgánica certificada ha sido en menos de un punto porcentual.

Hasta la fecha para que un alimento sea reconocido legalmente como orgánico en el mercado y pueda ser etiquetado como tal, debe cumplir con las normas que existen en el país según la Ley de desarrollo, promoción y fomento de la actividad agropecuaria orgánica Nº 8542. Esta indica que la existen dos formas de tener una certificación: por tercera parte y la certificación participativa; emitida por agencias certificadoras privadas y por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG).

A diez años de emitida esta normativa hay un amplio sector de pequeños productores agroecológicos que opinan que la certificación termina siendo un invento injusto para el productor que trata de hacer bien las su trabajo; y que el gran dilema es la cantidad de trabas que se le ponen a quien trabaja en la agricultura orgánica versus la convencional.

Por lo tanto estamos ante otro dilema: ¿cómo pueden estas personas diferenciar sus productos sanos y agroecológicos de los demás en el mercado, sin depender de una certificación? Para esto consulte con agricultores que tienen estas mismas inquietudes, así como a funcionarios públicos y técnicos dedicados al fomento de la certificación de la agricultura orgánica.

Producir orgánico

Gabriel Bravo Pacheco y Jemima Picado iniciaron en 2013 la finca agroecológica El Tablazo ubicada en Desamparados. Para ellos producir orgánico es, en primer lugar, no usar agroquímicos ni otra sustancia tóxica en el producto; y en segundo lugar, darle un tratamiento adecuado al suelo, aplicando materia orgánica constantemente y controladores biológicos.

Bravo muestra sus plantas bien nutridas y comenta:

“Al final lo que usted quiere es crear un suelo saludable y biodiverso, con un valor ecosistémico muy complejo y que, como subproducto le va a dar plantas saludables. El vivo ejemplo de eso es que llegan clientes a la feria y te dicen: ‘Mae, esta lechuga me duró dos semanas en la refri intacta’. Y yo: ‘Mae, es nutrición; o sea, no hay otra explicación a menos que sea eso’. La planta está super bien nutrida entonces no sólo te dura un montón el producto, sino que te evita un montón de plagas y enfermedades. Una planta bien nutrida y con buena mineralización y bien sana es mucho menos propensa al ataque de insectos, de hongos, de bacterias”, dice el joven.”

Certificación por tercera parte y certificación participativa

Después de varios años de trabajo e incidencia de productores y organizaciones de la sociedad civil en distintos espacios, en setiembre de 2006 se aprobó en el país la “Ley para el desarrollo, promoción y fomento de la agricultura orgánica nacional para personas definidas como micro, pequeñas y medianas agricultoras orgánicas”.

Según datos del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), 3.769 costarricenses se dedicaban a la agricultura orgánica en el 2015; de esta población un 36% son mujeres y un 64% hombres.

Pero a pesar de las buenas prácticas y de largos años de experiencia produciendo de forma agroecológica, muchos productores siguen viendo difícil la certificación de productos orgánicos o no creen en ese sistema. ¿Cómo funciona el sistema de las certificaciones?

Rocío Aguilar, Coordinadora del Programa Nacional de Agricultura Orgánica del MAG, explicó el funcionamiento de la certificación por tercera parte por un lado y la certificación participativa por el otro.

En la certificación por tercera parte un operador, productor o comercializador contrata una compañía certificadora, autorizada por el MAG para hacer este trabajo. Servicio usado sobretodo para los que exportan y para los que venden a supermercados. Actualmente hay cuatro certificadoras: Eco-LOGICA, Kiwa BCS Costa Rica Limitada, Control Union Perú, Primus Labs de Costa Rica por mencionar algunas.

La certificación participativa, afirmó Aguilar, se crea para apoyar al productor que vende en el mercado nacional. Se hace en grupo, ante el MAG y busca que bajen los costos de certificación. Cuatro organizaciones la tienen: Asociación de Productores Orgánicos Las Brumas, de Cartago; la Asociación de Campesinos Productores Orgánicos de Home Creek; Agroecológica Del Valle, de Pérez Zeledón; y la Asociación AgroOrgánica Guanacasteca.

“La certificación busca asegurar al consumidor la inocuidad del producto, o sea que usted pueda estar seguro de que el producto es orgánico, considerando que éste tiene un plus en el precio. Diay, lastimosamente no podemos hacerlo a pura confianza; es muy complicado en nuestros países. En otros países sí, como en Japón, no están certificados. El productor vende orgánico y hay confianza de que ese producto es así. En América Latina no”, comentó Aguilar.

En cuanto al costo, Aguilar dijo que no se podía precisar el costo de cada certificación, porque depende del área sembrada, del número de productores en una certificación participativa, de si es un comercializador, o por ejemplo, si es una empresa que empaca cerca de San José o si está en Talamanca y hay que ir una semana allá.

Según los datos de la Unidad de Acreditación y Registro en Agricultura Orgánica del Servicio Fitosanitario del Estado (SFE), actualmente hay 81 operadores, productores y comercializadores orgánicos; y 20 fincas en período de transición hacia lo orgánico.

El control y las inspecciones

Las normas son las mismas, tanto para la certificación por tercera parte, como para la participativa, dijo Rocío Aguilar. Todos deben cumplir con el Reglamento de Agricultura Orgánica (Nº 29782-MAG), para poder producir bajo esa sombrilla. Deben registrarse ante la oficina del SFE, del MAG, y a partir de ese momento presentar un plan de finca y someterse a un proceso de inspección.

“El productor tiene que llevar registro de todo lo que hace en la finca: qué entra, qué sale, qué vende, qué siembra. O sea, usted no puede sembrar algo que no esté en su plan de manejo, porque si usted dice que va a producir orgánico tomates y pepinos y voy al puesto de venta y está vendiendo lechuga, entonces ¿de dónde vino la lechuga?”, explicó Aguilar.

Según el reglamento citado, la agricultura orgánica es una práctica que “promueve la producción ecológica, social y económicamente sana de alimentos y fibras, tomando la fertilidad del suelo como un elemento fundamental para la producción exitosa, respetando la capacidad natural de las plantas, los animales y los terrenos”. Y agrega: “En la producción orgánica no se pueden usar organismos genéticamente modificados ni los productos provenientes de éstos. Además, debe realizarse en una unidad cuyas parcelas, zonas de producción y almacenes estén claramente separados de cualquier otra unidad que no produzca con arreglo a las normas del presente reglamento”.

El proceso de trabajo dentro de la finca es el mismo para todos, afirmó Aguilar, e implica cumplir el reglamento y someterse a las visitas de los inspectores. En el caso de las certificaciones participativas, los grupos de productores tienen normalmente un sistema interno de control, con gente que hace las visitas.

Aguilar reconoció el extremo control al que son sometidos estos productores, en comparación con el sector de agricultura tradicional. “El productor convencional no se somete a ningún registro; pero para el productor orgánico todo tiene que estar registrado, porque cuando a usted le hacen la inspección no sólo inspeccionan campo, inspeccionan papeles, bodegas, puesto de venta. Todo está muy controlado y eso tiene un costo y es difícil”, expresó.

La experiencia en las fincas agroecológicas

Varias fincas agroecológicas del país cultivan y comercializan productos sanos, sin contar con una certificación de “orgánico”. ¿Qué significa para estos productores “producir orgánico”?

Gabriel Bravo Pacheco y Jemima Picado trabajan su proyecto en Finca El Tablazo, en Desamparados. Éste comenzó en abril de 2013 en un terreno de casi una hectárea. Ellos se habían capacitado previamente en fincas orgánicas en el sudeste asiático y aquí en agroecología.

Un 70% de la finca está en producción y un 30% está en reforestación -ahí han sembrado árboles frutales, que darán sus frutos eventualmente-. Producen casi exclusivamente hortalizas de hojas: mostaza china, kale, arúgula, lechuga, culantro, pak choi, perejil crespo y perejil italiano. Según Bravo sacan aproximadamente 150 lechugas por semana, 100 mostazas y 50 rollos de culantro, aproximadamente.

En otro sector tienen cultivos para el consumo propio: tomate, chile, berenjena, zuccinis, tomate cherry, apio, plantas medicinales, bananos y naranjillas. En la parte en reforestación tienen aguacate, guayabita del Perú, pitanga, acerola, nance, achiote y guayaba.

Felicia Rodríguez se dedica a la agricultura agroecológica en Finca Orgánica San Luis, junto a su familia.

Cuando su padre empezó a trabajar la finca se dedicaba cien por ciento a la ganadería. Luego la fue dejando y puso las 14 hectáreas que mide en total a producir únicamente café de manera convencional. En 1996 empezó la agricultura orgánica después de recibir capacitación con japoneses. Poco a poco fue haciendo cambios.

Hoy en día producen y comercializan hortalizas de hojas -lechuga, acelga, kale, espinaca, zanahoria, brocoli y coliflor-. En la época seca siembran chile dulce, cebolla, tomate y papa, porque en época lluviosa hay muchos hongos. Ofrecen hierbas aromáticas procesadas, como romero, orégano y tomillo y plantas medicinales. Para esto ocupan únicamente 5 hectáreas. El resto lo tienen con pasto y caña para un proyecto de engorde de vacas lecheras; con café; y un área en reforestación.

“Papá comenzó con tres lotes de hortalizas, aprovechando todo lo que había en la finca: barreras vivas, y ramas y hojarasca para hacer compost. Mamá ha tenido mucha influencia en la agricultura orgánica. Si no hubiera sido por ella tal vez mi papá no hubiera cambiado tan pronto como sucedió en aquel momento”, contó Rodríguez.

Actualmente ellos mismos pagan el análisis de suelo cada dos años. Aprovechan los recursos que ya tienen en la finca y toman medidas para prevenir plagas en sus cultivos.

“Aquí hay muchas plantas medicinales, muchas flores y barreras vivas diferentes. Todo esto hace que no haya ningún hotel cinco estrellas para ninguna plaga. Usamos todo tipo de microorganismos, hongos, levadura, para prevenir. Mucha gente no nos cree; pero así es. Lo que hacemos es que respetamos los climas. Cuando es invierno no se siembra papa ni tomate; porque todo se pudre. Buscamos otros productos alternativos para la lluvia”, refirió la joven.

Un invento injusto

En Finca El Tablazo Gabriel y Jemima no trabajan con certificación. “No es que tenga nada en contra de ninguna certificadora ni nada, sino que simplemente no creemos en el sistema de certificación establecido, especialmente el privado”, dijo Bravo.

“La certificadora privada no me parece una buena estrategia. Pienso que, honestamente, son maneras de controlar mercados que van en auge. Así es como yo lo veo. A uno como agricultor orgánico le ponen un montón de obstáculos y trabas y aquí y allá; y a un agricultor convencional no. Entonces ahí es donde está el gran dilema: ¿Por qué se le pone tanta trabaja a la agricultura orgánica y a la convencional no?”, cuestionó el joven.

“Pienso que las certificaciones son importantes para proyectos comerciales de agricultura orgánica a mediana y gran escala. ¿Por qué? Porque si yo tengo una finca y quiero venderle mi producto orgánico al Auto Mercado o a Green Center o a quien sea, yo entiendo que legalmente ellos necesitan un respaldo; un documento legal de que yo estoy produciendo de ‘x’ manera. Entonces pienso que en esos casos es importante y apoyo la certificación participativa”, señaló Bravo y agregó: “Las certificaciones participativas nos parecen métodos mucho más solidarios y bonitos, pues ya es una organización más de confianza entre productores y consumidores; y tiene un respaldo legal, que es bueno”.

De acuerdo con Felicia Rodríguez, “las certificaciones al final no certifican nada”. “A mí un producto certificado no me dice si tiene o no agroquímicos”, declaró.

La joven contó que ella y su familia conocen del manejo de las certificadoras porque hace como 10 años estuvieron certificados. Su idea era ampliar un poco su mercado. En ese momento funcionaban varias ONGs en el país y una de ellas les apoyó con una donación para sacar la certificación. Los inspectores iban cada seis meses y solo veían los registros, afirmó. La mantuvieron durante dos años.

“Venían cada seis meses por ejemplo, pero nunca se dieron cuenta cuando sembramos productos de tres meses como una lechuga o un culantro”, dijo.

Luego intentaron hacer una certificación participativa, porque la consideran la más justa que existe; pero no pudieron porque el resto de productores estaban muy retirados.

“Ahora ya lo pensamos mejor y no vamos a certificar ni ahora ni nunca. Es darle gusto a los que se inventaron todos estos certificados. Con tanta traba que pone la certificación, al final creo que baja el ánimo al agricultor porque éste tiene que subir el precio a sus productos para poder costear el monto de la certificación”, expresó.

“La certificación termina siendo un invento injusto para el productor que trata de hacer bien las cosas. No estamos haciendo nada extraordinario, sino lo normal, lo que todo el mundo debería hacer. Para nosotros lo que verdaderamente importa es la parte de la conciencia del agricultor”, añadió Rodríguez.

El reconocimiento legal y de etiquetado

Actualmente en el país para que un producto sea reconocido legalmente como orgánico en el mercado y ser etiquetado como tal, está obligado a tener la certificación.

Para Rocío Aguilar, del MAG, “la gente a veces no entiende el costo de la certificación en términos no económicos”.

“El productor convencional puede aplicar lo que quiera cuando quiera. Si usted tiene una enfermedad en su cultivo usted va y compra lo primero que se le ocurre y lo aplica cuantas veces quiere. Por eso se habla de que Costa Rica es uno de los países con más uso de químicos en la agricultura. Sin embargo, el productor orgánico está totalmente controlado. Él no puede usar nada que no diga el reglamento. Con ellos trabajamos mucho la prevención, mejorar el suelo, rotación de cultivos y técnicas para prevenir los problemas. Pero una vez que el problema está, como una plaga, diay, se persigna”, reconoció Aguilar.

“Nosotros estamos capacitando a productores convencionales en el uso de bioinsumos porque la disminución en el uso de agroquímicos es algo muy importante para nosotros. Pero eso significa que los productores pueden usar bioinsumos; pero también pueden usar químicos cuando quieran. Nada los detiene para usar químicos. Pero el productor orgánico está haciendo un esfuerzo enorme, con costos más altos, con un control más estricto, para cumplir toda la normativa. Lleva registros, paga todos los años, lo fiscalizan; si se jala una torta le pueden quitar el certificado, que es el trabajo de muchos años”, insistió.

Se le consultó a Aguilar si creía que el mercado y las instituciones estaban discriminando a quienes producían orgánico pero no tenían certificación. Aguilar respondió: “La ley dice que el producto orgánico debe ser certificado y cumplir con los reglamentos. Mi trabajo es que se cumpla la ley. Esos productores [agroecológicos] lo están haciendo bien también. Pero es como que yo le diga que tengo un médico con un título y una persona que tiene muchísima experiencia médica sin título”.

Comercializan en condiciones diferentes

Las personas con fincas agroecológicas viven su experiencia de producción y comercialización de forma diferente. Valoran mucho la relación de confianza con consumidores u otros actores de la cadena comercial y trabajan en potencializar los mercados locales y lograr el reconocimiento de esa producción orgánica no certificada, que igualmente es comercializada en diferentes condiciones.

Gabriel Bravo consideró que el enfoque en su finca es distinto porque al ser pequeña no cree necesario ni indispensable tener la certificación.

“Es más de crear una relación de confianza consumidor-productor, y eso es lo que hicimos nosotros con todos nuestros clientes. Ya todos te conocen o conocen la página del Facebook o han venido aquí o son referidos por otra gente. Hemos trabajado con ese sistema y nos gusta. Sé que estamos fuera del marco de la ley en ese sentido; pero sinceramente no nos afecta, ¿me entiende? Lo hacemos por conciencia y somos productores conscientes; entonces no hay problema”, dijo.

“Siempre digo que la parte mas difícil de ser agricultor es comercializar el producto. Crecer la lechuga es un queque; pero ir a venderla es lo difícil. Fue muy gradual conseguir los clientes y comercializar el producto. Es un proceso difícil; pero una vez que encontrás la estabilidad comercial, finalmente ves que funciona y que los números dan y que vas avanzando”, comentó Bravo.

Actualmente Finca El Tablazo vende sus productos los fines de semana en ferias orgánicas: sábados en el Mercadito Azul, en Cartago; domingos en el Mercado Natural, en Curridabat. Cada 15 días arman canastas para entregas a domicilio a una lista de 40-50 clientes. Y a veces tenemos clientes que vienen directamente a comprar a la finca.

Un reto que enfrentan, según Bravo, es que la gente entiende el valor que tiene el cultivar orgánico. “La agricultura convencional es sumamente fácil: Vos maquineás, pagás peón para sembrar, pagás peón para fumigar, cosechás y ves la plata. En cambio un agricultor se parte más el lomo en el campo porque la mano de obra es más intensa, tenés que estar más encima, tenés que estar cultivando el suelo, que requiere un esfuerzo y una energía importantísima. Entonces a veces la gente dice: ¿Por qué el valor agregado de un 15 o 20% o 30% con un producto orgánico? Pues yo me partí el lomo con esa lechuga y esa energía hay que descontarla”, explicó Bravo.

Felicia Rodríguez contó cómo trabajan en Finca Orgánica San Luis: “Nosotros lo que hacemos es que abrimos la finca y le decimos a nuestros clientes que vengan y certifiquen ellos mismos. Les explicamos procesos como por ejemplo cómo hacemos los abonos y no estamos inventando nada. Tenemos muchos clientes que prefieren venir y nos prefieren por eso, saben que no estamos mintiendo y creo que es lo que todo consumidor responsable debería de hacer: ver de donde vienen sus comidas”.

En el presente tienen tres puntos de venta: todas las semanas en la Feria del Agricultor, en Grecia, donde tienen su puesto desde hace más de 30 años; cada 15 días en La Verbena, en Alajuela; y con canastas para entregas a domicilio en Grecia y Escazú.

Desafíos para la agricultura orgánica en el país

En opinión de Gabriel Bravo el movimiento de agricultura orgánica está sumamente obstaculizado y faltan más organizaciones, y entidades gubernamentales y privadas que lo apoyen con fondos.

Un factor en contra tiene que ver con la parte cultural, en su experiencia. “Costa Rica es campeón mundial en uso de agrotóxicos. Lastimosamente se piensa y se trae en el inconsciente colectivo que no se puede producir sin químicos. Ese es el obstáculo más fuerte, cambiar ese paradigma”.

Otro factor es ese concepto erróneo de que consumir orgánico es algo para un mercado de clase alta. “Hay que poner precios justos; pero competitivos. No te podés abusar con los precios porque caés en ese esquema”, enfatizó Bravo.

“Creo que ser un productor orgánico significa ser una persona con mucho corazón, con pasión y conciencia. Yo siempre digo que del portón de la finca para adentro esto es una pequeña revolución. Aquí es donde yo protesto. Aquí es donde hago el cambio. Y pienso que para mucho agricultor orgánico es igual. Nuestro aporte es desde aquí; sin duda.

* Fabiola Pomareda García – Periodista. Trabaja en la Asociación Voces Nuestras y colabora en la Red de Coordinación en Biodiversidad (RCB)

Colaboró en esta información Fernando García

Bibliografía

[1] Vigesimosegundo Informe del Programa Estado de la Nación. CONARE, 2017. Ver aquí