Jon Entine, el guardaespaldas de Monsanto que el mundo no necesitaba

Este periodista no se detendrá hasta que tu comida esté llena de transgénicos en nombre de la ciencia. Enemigos de la alimentación

Por Rosa Molinero, Play Ground, 29 de septiembre de 2017

Hay un hombre en el mundo de los transgénicos que lo hace todo. Guardaespaldas incansable de Monsanto, hace pasillos y batalla en las oficinas a favor de los intereses más despiadados de la industria agrícola. Se llama Jon Entine y su mayor obra, Genetic Literacy Project, que bajo el lema ‘ Science not ideology‘ (‘Ciencia y no ideología’) es un portal pensado para combatir a los críticos y convencer a los medios mediante ciencia. “Su ciencia”, para ser más exactos.

“Let nothing go” (‘Que no se nos escape nada’) es la estrategia de relaciones públicas de Monsanto para contrarrestar, uno a uno y por manos de terceros, desde comentarios de Facebook hasta científicos relevantes, a todos los críticos con cierta relevancia que se opongan públicamente a los intereses de su industria.

Casualmente (o más bien no), esa es la especialidad de Entine. Entre sus temas preferidos están la defensa a capa y espada de los neonicotinoides, los ftalatos y el bisfenol A, los transgénicos, las triquiñuelas de la industria petrolera, el fracking y la energía nuclear. Y todo eso se vocifera por una decena de firmas desde su portal, Genetic Literacy Project, que en las últimas investigaciones, llevadas a cabo por Le Monde, ha sido tildado como web de propaganda y “activo esencial en las redes de comunicaciones y de presión lobbística de Monsanto”.

‘Un activo esencial en las redes de comunicaciones y de presión lobbística de Monsanto’, dice Le Monde de Genetic Literacy Project.

Tampoco parece casual que Entine, desde su empresa de comunicación ESG Media Metrics, lleve a cabo servicios como “estrategia de medios, redacción, escritura de discursos y respuesta hacia los críticos negativos (…) Gestionamos y creamos reputaciones”. Y aunque se califique como periodista de ciencias independiente y autoridad objetiva, las pruebas recabadas por US Right To Know desvelan sus vínculos con la industria química y una supuesta financiación secreta.

Tal vez el caso más grave de todos fue cuando Entine trató de hacer tambalear la credibilidad de una de las instituciones más importantes de investigación sobre el cáncer, la International Agency for Research on Cancer (IARC), vinculada a la Organización Mundial de la Salud. La IARC determinó que el pesticida glifosato era peligroso para la salud humana y Entine, para acallarlos y polemizar, publicó en Genetic Literacy Project un artículo de Andrew Porterfield que fusilaba la reputación del IARC, pidiendo su abolición, y de su director, Christopher Portier.

Su intención no era otra que la defender los intereses de Monsanto, que mandó distintos correos (leídos por Le Monde) a IARC poniendo en duda el rigor científico con el que se habían llevado a cabo los informes sobre el glifosato e instando a su revisión, ya que otro organismo regulador, la European Food Safety Authority (EFSA) contradecía sus conclusiones y daba carta blanca al uso del pesticida.

En pleno debate, miles de denuncias de afectados por el glifosato se interpusieron en Estados Unidos y los demandantes afirmaron que “Monsanto financia silenciosamente a think tanks como Genetic Literacy Project y la American Council on Science and Health, organizaciones que tienen el propósito de humillar a científicos y subrayar la información que favorezca a Monsanto y a otros fabricantes químicos”.

Entine trató de hacer tambalear la credibilidad de una de las instituciones más importantes de investigación sobre el cáncer.

Pero la labor de Entine se remonta a años atrás. Se sabe que en 2011 tuvo un papel clave en otro caso de lo que en inglés se llama character assassination, es decir, la aniquilación de la credibilidad de un profesional. Y en este caso peleó por otro químico, el atrazine, el herbicida usado de manera más extensa en Estados Unidos. Su fabricante era y es Syngenta y por ella Entine movió tantos hilos como pudo.

El principal peligro del atrazine es que es un químico tóxico que se filtra fácilmente en el agua de consumo humano. De hecho, los grifos del Midwest y el sur de los Estados Unidos, donde la industria agrícola es importante, chorrean atrazine, como demostró una investigación de The New York Times y de la Natural Resources Defense Council. Y todavía más importante: un panel de expertos independientes solicitó a la Environmental Protection Agency que revisara su asunción de que el atrazine “muy probablemente no cause cáncer”, ya habían encontrado pruebas relevantes de que contribuía al cáncer de tiroides. Ellos concluyeron que esta agencia gubernamental estaba actuando sobre “información inadecuada para valorar el potencial cancerígeno”.

Los grifos del Midwest y el sur de los Estados Unidos, donde la industria agrícola es importante, chorrean atrazine.

Así que muchos periodistas decidieron sacar a la luz esta información. Y entonces una tormenta de calumnias hilvanada por Entine se cernió sobre ellos. A Naomi Oreskes la golpeó. Y a Dean Steve Coll, Susanne Rust y Dashka Slater. Esta última había firmado un reportaje para Mother Jones donde señalaba los últimos descubrimientos sobre el atrazine del profesor de la Universidad de California en Berkeley, Tyron Hayes, que demostraban que hasta en pequeñas dosis afectaba al desarrollo sexual de las ranas, un indicador de que su toxicidad debía tenerse presente. El contraataque de Entine fue la publiación de una pieza en Forbes con el propósito de desacreditar a Dashka Slater y a Mother Jones y acusarlas de tener “una falta de respeto devastadora por la ciencia” y de promover “una histeria apocalíptica”.

Pero su diatriba tuvo una respuesta. Desde US Right To Know se demostró que el artículo de Entine para Forbes que pretendía el descrédito de Hayes estaba basado en un paper del profesor emérito Bruce Chassy, de la Universidad de Illinois, publicado en Academics Review, una revista científica financiada con la ayuda de Monsanto. Y Tom Philpott, también para Mother Jones, sacó a relucir unos datos que el Center for Media and Democracy había recabado sobre Entine: su nombre aparecía en unos documentos de Syngenta en el que se exploraba qué hacer para proteger el atrazine.

Genetic Literacy Project está financiada por las fundaciones conocidas por inyectar dinero a todo tipo de think tanks de corte conservador.

Pero todavía quedaban algunos cabos por atar. El American Council on Science and Health, que bajo ese nombre es un grupo que cubre de ciencia los intereses de la industria y de la que recibe financiación, según Source Watch, solicitó a Sygenta 100 mil dólares extra para escribir un artículo en defensa del atrazine que fuera de fácil lectura para los medios y los científicos y con la finalidad de educar al consumidor. Si bien no hay pruebas de que se escribiera ese paper, parece que la idea terminó fructificando. En 2011 se publicó Scared to Death: How Chemophobia Threatens Public Health, un libro producido por Syngenta. ¿Su autor? Jon Entine.

Y pese que a reiteradamente se desvincule de negociar y lucrarse gracias a las industrias sobre las que escribe a favor, hay algo que ni él mismo puede negar. Genetic Literacy Project está financiado por las fundaciones Winkler, Templeton y Searle, conocidas por inyectar dinero a todo tipo de think tanks de corte conservador, ser abogados del libre mercado más feroz y estar conectadas con el Center for Food Integrity, un lobby de la industria alimentaria que a su vez tiene vínculos