Por Dr Vandana Shiva, Semillas de Libertad en la Acción, 4 de junio de 2017

El 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente. Es un día para recordar que somos parte de la Tierra, y que todos tenemos el deber de cuidarla. Que dos siglos de desarrollo impulsado por combustibles fósiles está empujando a la humanidad al límite. Y tenemos que cambiar de rumbo.

Este día del medio ambiente está marcado por el Presidente Trump saliendo del acuerdo de París. ¿Qué implica este hecho, para las obligaciones internacionales para proteger la tierra, para un futuro basado en la justicia ecológica, para sembrar las semillas de la Democracia de la Tierra?

Las leyes medioambientales a nivel nacional fueron creadas en la década de 1970 para proteger a la Tierra del daño, y porque somos parte de la Tierra, para proteger a las personas del daño.

En 1992, en la Cumbre de la Tierra, la comunidad internacional adoptó dos principios ecológicos principales – el principio de precaución y el principio de quien contamina paga – y firmó dos acuerdos jurídicamente vinculantes – La Convención de las Naciones Unidas sobre la Conservación de la Biodiversidad (CDB) y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCC).

Ambos tratados fueron moldeados por las ciencias ecológicas emergentes y el creciente movimiento ecológico.

Una fue una respuesta científica al impacto ecológico de la contaminación de la atmósfera debido al uso de combustibles fósiles. La segunda fue una respuesta científica a la contaminación genética causada por OGMs y la erosión de la biodiversidad debido a la propagación de monocultivos industriales y químicos. Tres años después de Río, la Conferencia de las Naciones Unidas en Leipzig sobre Recursos Fitogenéticos evaluó que el 75% de la biodiversidad había desaparecido debido a la Revolución Verde y la Agricultura Industrial.

La ciencia interdisciplinaria y los movimientos democráticos crearon el impulso para el Derecho Medioambiental Internacional. La Ciencia y la Democracia continúan siendo las fuerzas que desafían la inconsciente amenaza sobre la Tierra debida a la codicia corporativa.

En el caso del Cambio Climático la cuestión clave es la reducción de emisiones y las estrategias de adaptación. En el caso de la Conservación de la Biodiversidad, las cuestiones clave son la Bioseguridad y la promoción de prácticas que conservan la Biodiversidad.

Ambos tratados se conectan en la agricultura, nuestro pan de cada día. La forma en que cultivamos nuestros alimentos tiene un gran impacto en la salud del planeta y la salud de las personas.

La agricultura industrial se basa en los combustibles fósiles, y los productos químicos que utiliza se derivan de los combustibles fósiles.

Como ya he mencionado en mi libro “Soil not Oil” (Lo importante es el suelo, no el petróleo) el 50% de la contaminación atmosférica ligada al exceso de dióxido de carbono, óxido de nitrógeno y metano proviene del sistema alimentario industrial y globalizado. La misma agricultura industrial con uso intensivo de combustibles fósiles, también está destruyendo la biodiversidad de nuestras semillas y cultivos, la biodiversidad del suelo, matando a los polinizadores, destruyendo los recursos hídricos.

También es responsable del 75% de la epidemia de enfermedades relacionadas con la comida basura.

Y los mismos sistemas alimentarios localizados y que utilizan principios de biodiversidad y ecología intensivos regenera la salud del planeta, y nuestra salud. A través de la biodiversidad de las plantas que fijan el carbono atmosférico y el nitrógeno, el exceso de gases es eliminado de la atmósfera, donde causan la contaminación y la inestabilidad climática, y son devueltos al suelo donde regeneran la fertilidad y producen más alimentos y más sanos.

Los mismos sistemas alimentarios y agrícolas que conservan y rejuvenecen la biodiversidad también mitigan el cambio climático. Contribuyen a la salud y al aumento de los medios de vida en las economías regeneradoras.

Las personas y las comunidades en todas partes están renunciando a los venenos y adoptando la agroecología. Están cambiando una agricultura que destruye la salud del planeta y nuestra salud a una regeneración de la agricultura curativa. Están siguiendo las leyes de Gaia y despertando a los Derechos de la Madre Tierra, potenciando al mismo tiempo el bienestar humano.

No esperan a los gobiernos. Algunos gobiernos también están despertando a sus obligaciones y con ello las posibilidades de crear economías más allá de los combustibles fósiles, a través de la agricultura regenerativa y las energías renovables.

La lucha más básica de hoy es entre las leyes de la Tierra y la anarquía y la irresponsabilidad de la codicia combinada con la ignorancia.

Al retirarse del acuerdo de París sobre el clima, el presidente Trump ha actuado en contra del planeta y de nuestra humanidad. Ha apoyado la irresponsabilidad, la codicia y la anarquía.

Por supuesto, no es el primer presidente de Estados Unidos que ha intentado socavar los tratados de la ONU. El presidente George W. Bush dijo que “nuestros estilos de vida no son negociables”. Para proteger a la industria de OGms y al Cartel del Veneno, se negó a firmar el protocolo de bioseguridad para regular los OGMs. El presidente Obama continuó presionando a India para que deshiciera sus leyes de patentes para permitir patentes sobre semillas.

El Presidente Obama voló a Copenhague y deshizo la UNFCC jurídicamente vinculante, reemplazándola con compromisos voluntarios. Es por eso que el Presidente Morales tomó la iniciativa de iniciar el Proyecto de Declaración Universal sobre los Derechos de la Madre Tierra , un proceso en el que estuve involucrada.

Así que hoy hay dos procesos en funcionamiento: uno va más allá del industrialismo de los combustibles fósiles, más allá del antropocentrismo, para crear la Democracia de la Tierra basada en los Derechos de todos los seres vivos.

El segundo proceso es la intensificación de los procesos de destrucción basados en la codicia y la destrucción de una pequeña minoría de hombres poderosos.

Las leyes más altas que rigen nuestras vidas y nos permiten vivir son leyes de la Tierra, de Gaia, de la ecología.

Como miembros de la Comunidad de la Tierra, nuestros derechos sobre sus semillas y su biodiversidad, su suelo y su tierra, su agua y su aire, se derivan de nuestra responsabilidad de proteger y rejuvenecer sus recursos.

Y los derechos de cada ser vivo, incluyendo cada ser humano están definidos por los derechos de otros seres vivos.

Como dicen los antiguos Upanishad indios, Isha Upanishad afirma, todos los seres vivos tienen derecho a los recursos de la tierra, y cualquier persona que toma más que su parte no es sino un ladrón.

Por lo tanto, las cuestiones de justicia medioambiental son también cuestiones de justicia social y económica y están relacionadas con los derechos de las generaciones futuras.

Lo que estamos enfrentando con las acciones de Trump es el segundo mayor contaminador que se niega a asumir la responsabilidad por los daños causados por su contaminación histórica y se niega a limitar la contaminación en el futuro. En efecto, el Presidente Trump está queriendo defender el derecho a contaminar, el derecho a robar la parte ajena del espacio ecológico, dañar la Tierra y dañar a la gente en todo el mundo.

Tal declaración de derechos ilimitados sin responsabilidad es una declaración de guerra contra el planeta y el pueblo.

Lo que el Presidente Trump ha hecho en el contexto del cambio climático es lo que Monsanto Bayer y el Cartel del Veneno han estado haciendo al rociar glifosato, al impulsar los OGMs, al desmantelar las leyes de Bioseguridad y de propiedad intelectual, eal envenenar nuestras granjas, nuestra alimentación, nuestra ciencia y nuestros gobiernos.

Este despliegue de poder tóxico, de derechos sin responsabilidades, de voluntad de actuar contra la tierra y contra las personas, son ejemplos de crímenes contra la naturaleza y la humanidad.

Las personas y los gobiernos de todo el mundo tienen que despertar a esta realidad y encontrar respuestas creativas a este comportamiento criminal de las corporaciones deshonestas y los gobiernos pícaros que ellas mismas controlan.

Es por esto que el pasado Octubre co-organizamos, con múltiples sociedades civiles, un tribunal contra Monsanto. Es por eso que estamos llamando a los gobiernos a reconocer los crímenes contra la naturaleza, el delito de ecocidio. Y por los mismos motivos acabamos de publicar en Italia el informe “El Veneno está Servido”, en el cual desvelamos los intereses de las multinacionales y de los gobiernos en vender alimentos siempre cada vez más contaminados por agrotóxicos.

Un puñado de hombres muy ricos, organizados por ALEC y DARK MONEY, haciéndose más ricos robando más a sus propios ciudadanos, a los ciudadanos de la Tierra y a la Tierra,  no es “Hacer América grande de nuevo”.

Está intensificando la crisis de la ecología, de la desigualdad económica, de la vulnerabilidad social y política y de la precariedad.

Somos miembros de una Tierra. Nuestro bienestar y libertad interconectados se basa en la adopción de medidas a nivel local, nacional e internacional para hacer “el planeta grande de nuevo”, como dijo el Presidente Macron parafraseando el anuncio de Trump de retirarse del acuerdo de París.

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