Por Ecoticias, 27 de marzo de 2017

El aumento de extremos climáticos devastadores en verano probablemente está relacionado con el cambio climático causado por el hombre, según demuestra la evidencia.

Gigantes corrientes de aire circundan la Tierra, ondeando arriba y abajo entre el ártico y los trópicos; unas oleadas planetarias que transportan calor y humedad y que, cuando se detienen, pueden dar lugar a sequías o inundaciones.

El calentamiento causado por los gases de efecto invernadero a partir de combustibles fósiles crea condiciones favorables para estos eventos, según un equipo internacional de científicos.

“La intempestiva sequía de 2016 en California, la ola de calor de 2011 en Estados Unidos y la inundación de Pakistán en 2010, así como la ola de calor en Europa 2003, pertenecen a una serie de extremos muy preocupantes”, dice uno de los investigadores de este trabajo -publicado en ‘Scientific Reports’–, el profesor Michael Mann, de la Universidad Estatal de Pensilvania, en Estados Unidos.

“El aumento de la incidencia de estos eventos supera lo que cabría esperar de los efectos directos del calentamiento global por sí solo, por lo que debe haber un efecto adicional del cambio climático.

En datos de simulaciones por ordenador, así como observaciones, identificamos los cambios que favorecen oleadas inusualmente persistentes de la corriente en chorro que sustentan estos fenómenos meteorológicos extremos.

Se ha sospechado que la actividad humana ha contribuido a este patrón antes, pero ahora descubrimos una clara huella de la actividad humana “, detalla.

“Si el mismo clima persiste durante semanas en una región, entonces los días soleados pueden convertirse en una grave ola de calor y sequía, o las lluvias duraderas pueden llevar a inundaciones”, explica el coautor Stefan Rahmstorf, del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), en Alemania.

“Esto ocurre bajo condiciones específicas que favorecen lo que llamamos una amplificación cuasi-reverberante que hace que las ondulaciones norte-sur de la corriente de chorro crezcan muy grandes y también hace que estas ondas se detengan en lugar de moverse de oeste a este.

Identificar las huellas humanas en este proceso es ciencia forense avanzada”, subraya.

Estancamiento del movimiento de las ondas planetarias hacia el este

Los movimientos de aire son en gran medida impulsados por las diferencias de temperatura entre el Ecuador y los polos.

Dado que el Ártico se calienta más rápidamente que otras regiones, esta diferencia de temperatura está disminuyendo; además de que las masas de tierra se están calentando más rápidamente que los océanos, especialmente en verano. Ambos cambios tienen un impacto en los movimientos de aire globales, incluyendo las corrientes de aire gigantes llamadas ondas planetarias porque circundan desde el hemisferio norte de la Tierra en enormes vueltas entre los trópicos y el Ártico.

Los científicos detectaron una aparente específica distribución de la temperatura superficial durante los episodios cuando el movimiento de las ondas planetarias hacia el este se ha estancado, como se ve en los datos de satélite.

“Sólo existen buenos datos satelitales por un tiempo relativamente corto, demasiado corto para concluir de manera robusta cómo han estado cambiando con el tiempo los eventos de estancamiento.

Por el contrario, hay mediciones de temperatura de alta calidad desde la década de 1870, por lo que utilizamos esto para reconstruir los cambios en el tiempo”, dice el coautor Kai Kornhuber, también de PIK.

“Hemos examinado docenas de modelos climáticos diferentes –simulaciones informáticas denominadas CMIP5 de este periodo pasado– así como datos de observación, y resulta que la distribución de la temperatura que favorece el bloqueo de la corriente de aire de las ondas planetarias aumentó casi un 70 por ciento desde el inicio de la era industrial”, subraya .

Curiosamente, la mayor parte del efecto se produjo en las últimas cuatro décadas. “Los estados de la corriente en chorro más persistentes y serpenteantes parecen ser un fenómeno relativamente reciente, lo que los hace aún más relevantes”, añade el coautor Dim Coumou, del Departamento de Riesgos del Agua y el Clima de la Universidad de VU en Ámsterdam, Países Bajos.

“Realmente, debemos investigar más a fondo esto, ya que hay algunas buenas pruebas, pero también muchas preguntas abiertas.

En cualquier caso, deben evitarse estas respuestas no lineales del sistema de la Tierra al calentamiento humano.

Podemos limitar los riesgos asociados con el incremento de los eventos climáticos extremos si se limitan las emisiones de gases de efecto invernadero”, concluye.