Por Nelson Álvarez Febles, 80 grados, 30 de diciembre de 2016

Allá en las montañas del Barrio Matuyas de Maunabo, una tarde que la memoria pinta luminosa y fresca, en el batey de Don Santos Rodríguez, aquel jíbaro campesino de más de setenta años, cuerpo delgado y sonrisa amplia, recordaba que en la época de su juventud en aquellos montes sembraban, durante los tiempos secos de la cuaresma antes de las lluvias de mayo, talas diversificadas e integradas de varias cuerdas para suplir una buena parte de los alimentos. Fue aquel día que Don Santos me dijo: “Nosotros sembramos a tres partes: una para la familia, otra para los vecinos, y otra para las sabandijas.”.

Esa frase que me fue trasmitida hace varias décadas, ha sido como un mantra, un koan zen, un enigma, de esos que los maestros pasan de generación en generación para ser descifrados en el trascurso de la vida. ¿Cuáles son aquellas tres partes?:

La familia: La agricultura campesina y familiar, la del conuco, tala, milpa o chacra, la indígena en su vínculo espiritual con la tierra, la agricultura familiar que alimenta a la gran mayoría de la humanidad, tiene como primera razón de ser el autosustento del núcleo productivo. En el imaginario campesino familia es un concepto amplio que incluye parientes en relación horizontal y vertical, compadres y comadres, mientras que en muchas cosmovisiones originarias incluyen también a todos los seres animados y físicos que nos acompañan sobre la Tierra.

Los vecinos: La agricultura tradicionalmente está insertada en un medio físico y social, la cultura del agro, y se nutre de complejas redes de interacción que facilitan el flujo de bienes y servicios, mientras aportan estabilidad y seguridad. Parte de la producción de las fincas campesinas y familiares entra en los circuitos locales, ya sea a través del trueque, el comercio o la solidaridad. Esto provee a las familias agrícolas dinero para adquirir lo que no pueden producir, de trabajo en intercambio para las labores más pesadas y apoyos comunitarios de buena voluntad. Es la agricultura local en su mejor expresión.

Las sabandijas: Siempre se pierde una parte de las siembras a las plagas y enfermedades, pues por más ecológica que se intente, la agricultura es una intervención humana sobre la naturaleza, con la intención de producir lo que sembramos desplazando a la fauna y flora del lugar. Las y los agricultores interactúan y son parte de una multiplicidad de procesos complejos con la naturaleza: por lo tanto es normal que algunas de las siembras, animales y otros emprendimientos no funcionen como si fueran máquinas industriales.

Mientras tanto, el Dr. David Pimentel1, de la Universidad de Cornell, nos dice que tradicionalmente en la agricultura se ha perdido una tercera parte de los cultivos por plagas y enfermedades, mientras añade que a pesar de los millones de toneladas de plaguicidas usados en el mundo anualmente, se pierden entre 35 y 40 por ciento de los cultivos. Don Santos constataba esa realidad desde su experiencia jíbara campesina.

El libro Sembramos a Tres Partes (ver nota), como intento de comunicación y síntesis, quiere ser varias cosas a la vez: un lugar donde compartir muchas de las enseñanzas y experiencias agroecológicas que la vida generosamente me ha regalado; un intento de expresar cómo sentipensamos este momento particular en el tiempo, cuando la naturaleza nos grita ¡basta ya! de tanto maltrato, mientras las voces de los pueblos del mundo luchan por sus derechos frente a la desidia y estupidez de los que solo piensan en sus intereses económicos; también un puente que recoge la enorme riqueza de conocimientos y biodiversidad, el legado de generaciones de abuelas y abuelos sabios, para a través de la ciencia de la agroecología apostarle a ese futuro luminoso de paz y equidad que sabemos que es posible.

Además es un reconocimiento a tantas y tantos que a través de la historia, en todos los lugares y con el amor que requiere trabajar con la Madre Tierra y sus frutos, preparan los suelos, siembran, cuidan, riegan, cosechan, distribuyen y cocinan nuestro sustento cotidiano.

Frente a la arrogancia que solo ve componentes aislados para fabricar productos industrializados, que en vez de ofrecer una buena nutrición aumentan las enfermedades y engrosan las ganancias de las grandes corporaciones, proponemos el trabajo solidario de la gente, comunitario, como opción para un futuro agro-alimentario de calidad y sustentabilidad económica, ecológica y social.

No es un manual sobre cómo practicar la agricultura ecológica ni la agroecología. Hay mucho escrito sobre estos temas, tanto de principios generales como de aplicaciones concretas a una enorme variedad de agroecosistemas, cultivos y realidades locales. A través de los años hemos tenido la oportunidad de aportar con nuestros otros libros, seminarios y talleres a la práctica de la agricultura orgánica y ecológica.

Es un libro que transita movimientos, pueblos y países, que se entretiene en algunos momentos o proyecta análisis a través del tiempo. Asimismo es un libro de historias y compromisos, pues la vida del autor ha transcurrido entreverada con algunos de los tiempos, lugares y hechos entretejidos en el hilo discursivo del libro.

También es el compromiso con tantos niños indigentes en mi tierra isleña a mediados del siglo pasado vendiendo fresas en conitos hechos de hojas de malanga en la carretera número 15 a Guayama; otros desnudos y con los vientres hinchados en las playas de Loíza; niñas que subían del río pesadas latas de agua a chozas en Barranquitas. Esas imágenes infantiles repetidas a través de la vida: en una escuelita pagada por los padres con grandes esfuerzos en Kenia porque el gobierno había abandonado la educación pública ante las presiones del Fondo Monetario Internacional; niños y niñas durmiendo apretujados entre cartones en las calles de Río de Janeiro o Cochabamba; caritas duras y asustadas de ojos negros, marrones o azules como testigos de la injusticia a través de la vasta geografía del sufrimiento y la sinrazón.

La Primera Parte del libro argumenta que la sustentabilidad económica, ecológica y social es la forma en que la humanidad puede encarar una verdadera seguridad alimentaria futura, a partir de una soberanía alimentaria desde la realidad local de todos los pueblos y una solidaridad entre lo humano y la naturaleza. A partir de realidades internacionales enfoca en América Latina, e incluye algo de historia agroalimentaria, los cambios de paradigmas y las bases conceptuales de la agroecología, la crítica del impacto negativo de la agroindustria corporativa y transgénica, para luego construir a partir de los derechos comunitarios, la recampesinización, las luchas locales, las mujeres y las semillas de esperanza.

La Segunda Parte enfoca en los temas de la agroecología y la soberanía a partir de la realidad de Puerto Rico. Además de que soy puertorriqueño y la agroecología se nutre desde lo local, nuestra realidad isleña ofrece ángulos interesantes cuyo estudio nos adentra en dificultades y esperanzas muy propias de este principio de siglo XXI. Puerto Rico, al ser una colonia norteamericana desde el 1898, ha sido un laboratorio de estrategias neoliberales con un tremendo impacto negativo sobre la población y naturaleza del país. Comienza con un vistazo a la historia y geografía, cubre aspectos agroalimentarios, analiza la destrucción de la seguridad alimentaria hacia el 1950, el desarrollo de modelos agroindustriales y la penetración de los transgénicos. Luego se construyen los argumentos hacia una futura soberanía alimentaria a partir del rescate de los conocimientos tradicionales jíbaros campesinos, la construcción de autonomía política, y la finca agroecológica familiar como modelo productivo.

En el subtítulo del libro reivindicamos la palabra surcos, sinónimo de zanjas, caminos, canales, veredas y sendas, que recoge conceptos que nos parecen apropiados para esa compleja realidad campesina que está en la base de la agroecología. Un surco es una zanja, una cuneta o un cauce que se realiza con el arado sobre un terreno. También refiere a las huellas que quedan sobre la tierra al andar. Los caminos que van desde la agroecología a la soberanía alimentaria no suelen ser lineales, estáticos, dogmáticos, jerárquicos ni excluyentes, por eso proponemos andar por los surcos compartiendo dudas, errores, peligros, saberes, respeto y responsabilidades…y por supuesto, conocimientos, satisfacciones, éxitos y beneficios.

* Adaptado de la introducción del nuevo libro del autor, Sembramos a Tres Partes: los caminos de la agroecología y la soberanía alimentaria (2016), publicado por Ediciones Callejón, 288 págs., disponible en librerías y en Ediciones Callejón