Por Angélica Enciso, La Jornada, 3 de marzo de 2017

El conflicto de interés de científicos dedicados al estudio de los organismos genéticamente modificados está presente en seis de 20 de los integrantes de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina (Nasem por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, institución reconocida por la comunidad científica y sector público, advierte el estudio divulgado esta semana en la revista científica Plos One.

Los expertos con conflictos de interés son Richard M. Amasino, de la Universidad de Wisconsin, quien posee patentes.

En tanto, Robin Buell, de la Universidad de Michigan, tiene patentes y recibe fondos económicos para investigación, al igual que Richard A. Nixon, del Norte de Texas; David M. Stelly, de Texas, y Neal Stewart, de Tennessee.

Carol Mallory Smith, de la Universidad de Oregon, recibe fondos para investigación.

Para determinar el conflicto de interés económico de los expertos se tomaron en cuenta criterios como que tuvieran relación con alguno de los temas del informe, poseer una patente o una solicitud sobre un cultivo genéticamente modificado, tener participación en una empresa con un vínculo financiero en el éxito o fracaso de los productos transgénicos, participar en un comité consultivo de tal compañía, si recibieron financiamiento para investigación o empleados de una compañía en la materia, o si hacen consultoría para ella, apunta el estudio realizado por Sheldon Krimsky y Tim Schwab.

El reporte indica en las conclusiones que la academia no cumplió con los requisitos que impone la legislación federal para hacer transparentes los conflictos de interés económico de los miembros de su comité sobre cultivos genéticamente modificados.

Agrega que para realizar el informe se encontró con limitaciones, ya que no se pudieron revisar todas las becas de investigación de los miembros del comité, porque para la mayor parte de las universidades esa información es confidencial.

Indica que al no revelar los conflictos de interés, la academia no se ajusta a las mejores prácticas de la comunidad científica. Destaca que la transparencia es uno de los principios y fundamentos de la ciencia ética, ya que ofrece a los lectores una base para extraer conclusiones, al conocer el grado de confianza del artículo o el estudio.