Por Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAl), 22 de febrero de 2017

Como era de esperarse, esta Decisión generó una respuesta negativa por parte del sector empresarial[1] y de científicos implicados con esta industria[2]

La UCCSNAL queremos felicitar al Parlamento Andino por haber dado un paso de tanta importancia, como es la declaración de la Región Andina Libre de Semillas y Cultivos Transgénicos, y hacemos votos porque los gobiernos apliquen los postulados de esta en sus respectivos países.

La importancia de esta declaración radica en que la Región Andina constituye la zona con uno de los niveles más altos de agrobiodiversidad del planeta, y por lo mismo posee el gran potencial de ser un banco genético para todo el planeta y de desarrollar una investigación soberana basada justamente en esa riqueza, orientada a resolver los problemas agronómicos y de salud que aquejan a nuestros pueblos.

Creemos que los países de la Comunidad Andina deben transitar hacia un modelo agrícola más sustentable, basado en la agroecología y el conocimiento acumulado de las miles de comunidades indígenas y campesinas que han conservado y recreado esa biodiversidad.

Queremos responder a una carta dirigida a ustedes, redactada por un grupo de científicos de la región, quienes solicitan la derogatoria de dicha decisión por falta de rigor científico. Creemos que es importante no asumir como verdaderos los mitos tejidos por estos en torno a la defensa de los cultivos transgénicos.

Mito uno: Los transgénicos son necesarios porque incrementan la productividad, y por lo tanto son una respuesta al problema del hambre en el mundo

El problema de falta de alimentos no está relacionado con la baja producción, sino con la forma en cómo está diseñado el sistema agroalimentario mundial, que ha minado los sistemas tradicionales de producción de alimentos, y con ello, la soberanía alimentaria y nutricional de los pueblos.

Contrariamente a lo que se ha planteado como el beneficio central de la tecnología transgénica, la producción basada en transgénicos no tiene mejores rendimientos que la agricultura convencional. La dependencia que se genera respecto de los paquetes tecnológicos que incluyen además semillas con propiedad intelectual, y algunos problemas relacionados con esta tecnología, como el surgimiento de súper- malezas y súper plagas, han generado pérdidas a los agricultores que han adoptado esta tecnología.

En los países del Cono Sur donde se cultiva soja transgénica tiene rendimientos diferentes, siendo los más altos aquellos que se registran en Brasil y Argentina, donde los centros de investigación agrícola nacionales han dedicado muchos años al mejoramiento genético convencional de este cultivo. Por otro lado, los rendimientos de la soja en Ecuador, país libre de transgénicos, son más altos que en Bolivia y Paraguay[3].

Estos datos indican que los rendimientos no están en función de la transgénesis, ya que los agroecosistemas son complejos y en sus dinámicas intervienen e interactúan múltiples factores.

En cuanto a la productividad de los cultivos, las empresas biotecnológicas utilizan las semillas mejoradas, desarrolladas con métodos convencionales, como base para la ingeniería genética. Y aún así se ha registrado que en algunos años la producción de maíz transgénico en Colombia (Bt/RR) ha sido menor, y en algunos casos las cápsulas de algodón transgénico no abrieron bien y la fibra fue muy corta y de poco peso, lo que ha significado grandes pérdidas económicas para el sector algodonero de ese país. Resultados similares se han registrado en la India con las variedades de algodón transgénico.

Mito dos: con los cultivos transgénicos hay una disminución de plaguicidas

Lejos de disminuir el uso de plaguicidas estos han aumentado, puesto que la mayoría de los cultivos transgénicos son resistentes a herbicidas, y principalmente al cuestionado glifosato.

A nivel mundial, el uso de glifosato ha aumentado casi 15 veces desde que se introdujeron en 1996 los cultivos transgénicos tolerantes al glifosato, principalmente a la marca comercial “Roundup Ready”. En los últimos 10 años, se han vertido dos tercios del volumen total de glifosato aplicado en los Estados Unidos entre 1974 a 2014. En 2014, los agricultores aplicaron alrededor de 1,0 kg/ha de este herbicida, en cada hectárea cultivada en los Estados Unidos

A esto se suma que debido al uso continuo de un mismo herbicida, están surgiendo malezas que desarrollan resistencia a los herbicidas polivalentes. En Argentina, Brasil y Estados Unidos, países en los que hay una gran presencia de cultivos RR de Monsanto, hay nueve tipos de hierbas diferentes que han desarrollado resistencia a los herbicidas RR. Consecuentemente, los agricultores mezclan RR con otros herbicidas y utilizan cantidades cada vez mayores para controlar las malezas.

Sobre los cultivos resistentes a insectos (cultivos Bt), se ha encontrado que la presencia de un mismo tipo de insecticida (en este caso las toxinas Bt), ha desarrollado insectos resistentes a este, por lo que los agricultores deben usar insecticidas cada vez más tóxicos para poder controlarlos. Los insecticidas son también necesarios para poder controlar otros insectos que no son susceptibles a las toxinas Bt, como los pulgones.

Esto ha sucedido en los cultivos de algodón Bt, en Colombia, cuyas toxinas controlan solo algunas plagas de lepidópteros. En la región del Caribe colombiano, la principal plaga del algodón es el picudo (Anthonomus grandis), que no es controlada por el Bt, por lo que para su control los agricultores aplican el 70% de los plaguicidas.

En la zona del Tolima en ese mismo país, el algodón Bt controla menos del 10% de la plaga Spodoptera por lo que los agricultores tienen que aplicar insecticidas  adicionales para su control. Además han surgido plagas en ciertas zonas  donde inicialmente  no representaban  un problema significativo, como el picudo en la región del Tolima – Colombia, para cuyo control los agricultores debe hacer hasta seis aplicaciones de insecticidas[4].

Mito tres: Los transgénicos incrementan el valor nutricional de los alimentos

Hasta el momento, hay cuatro cultivos transgénicos que son cultivados masivamente a nivel global: soya, maíz, algodón y canola; a los que se suman algunos otros que se siembran a una escala insignificante, como, por ejemplo, la remolacha azucarera y la alfalfa. Ninguno de estos cultivos están destinados para el consumo humano directo, ya que requieren de una transformación agroindustrial y sus principales consumidores son la industria avícola, porcícola, la ganadería intensiva y la producción de agrocombustibles.

Estos cultivos tampoco contribuyen a mejorar el valor nutricional de los alimentos, porque los únicos rasgos genéticos que han conseguido posicionarse a nivel comercial son los resistentes a herbicidas, especialmente al glifosato; y los tolerantes a insectos.

Aun cuando se está trabajando en los llamados cultivos “biofortificados”, no se ha podido demostrar su eficiencia para solucionar los problemas de nutrición de las poblaciones en el Tercer Mundo. Tenemos por ejemplo al llamado arroz dorado que prometió aportar una mayor cantidad de vitamina A y que finamente demostró ser un fracaso.

 Mito cuatro: no se han comprobado riesgos a la salud

Los científicos que defienden los transgénicos sostienen que se ha encontrado consistentemente que éstos son tan o más seguros que los cultivos obtenidos con cualquier otro método de mejoramiento; que no producen impactos ambientales y que incrementan la biodiversidad global. Pese a ser repetidamente invocadas por los promotores de los transgénicos, estas afirmaciones no cuentan con e respaldo de investigaciones científicas serias, las cuales, por otra parte, ni suelen citarse.

En contraste con ello, en los últimos años han aumentado las evidencias científicas sustentadas en investigaciones realizadas por científicos independientes sobre los problemas ambientales y en la salud humana que entrañan tanto las prácticas de cultivo como el consumo de los alimentos transgénicos[5].

En el análisis de los cultivos transgénicos no podemos dejar de considerar el paquete tecnológico al que vienen indisolublemente asociados estos cultivos.

En la última década, estas poblaciones han visto como su salud se ha deprimido, han aumentado notablemente los casos de cáncer, malformaciones congénitas, daños genéticos, enfermedades autoinmunes, autismo y otros daños a la salud asociados a los insumos y las prácticas que integran el paquete tecnológico con el que se siembran las semillas transgénicas. Resulta claro que para evaluar los impactos de esta tecnología es imposible analizar aisladamente a la semilla transgénica, cuya principal modificación genética es, por ejemplo, hacerla resistente a un herbicida.

En el medio ambiente se ha evidenciado que los cuerpos de agua están contaminados con los residuos tóxicos de estos herbicidas, a la vez que han disminuido sensiblemente las poblaciones de especies polinizadoras, incluyendo abejas mielíferas[6], así como otras especies benéficas que aseguran la salud de los suelos y la biodiversidad local.

Además, hay millones de hectáreas sembradas con semillas transgénicas que contienen un gen que les permite sintetizar la toxina Bt, un insecticida que se produce en la planta transgénica, incorporado para controlar larvas de algunas larvas de lepidópteros que comen los cultivos. Sin embargo, se ha demostrado que esta toxina afecta indiscriminadamente a diversas especies de insectos, diezmando la biodiversidad y que además podría producir daños en la salud humana.

Cada día hay mayores evidencias médicas, científicas y agronómicas que demuestran los impactos negativos, los riesgos e incertidumbres de este modelo irracional de producción, tanto para la salud de los trabajadores rurales, campesinos y campesinas, como para los habitantes de estas zonas rurales y los consumidores de alimentos producidos con esta tecnología.

En América Latina, los impactos negativos que viven las comunidades rurales asentadas en las zonas de influencia de las zonas fumigadas son indudables, tal como se muestra en una recopilación reciente de la UCCSNAL sobre la investigación hecha sobre el glifosato en la región[7].

Mito cinco: Los transgénicos solucionarán el problema del cambio climático

A medida que el agro debe enfrentar los problemas relacionados con el cambio climático, se propone que los transgénicos pueden ser una solución. La resistencia a la sequía depende del metabolismo de la planta. En contraste con otros cultivos transgénicos que se encuentran en el mercado, como los resistentes a los insectos y los tolerantes a los herbicidas; la tolerancia a la sequía requiere de la interacción de muchos genes. Y la ingeniería genética puede manipular sólo unos pocos genes a la vez. Sin embargo, incluso si la ingeniería genética mejora la tolerancia a la sequía de los cultivos, puede que no sea suficiente para reducir sustancialmente las pérdidas de cosechas en el mundo real, donde la sequía puede variar en severidad y duración.

Para atacar al cambio climático es necesario primero abordar sus causas, y buscar soluciones en alternativas sustentables, como lo sostiene la Vía Campesina Internacional, que señala al sistema agrícola-alimentario industrial y al modelo agroexportador que se impone en el mundo, como una grave causa de la contaminación que cambia el clima y propone a la agricultura campesina como una forma de enfriar al Planeta.

Las organizaciones firmantes creemos que, en aplicación del Principio Precautorio, debe mantenerse e implementarse la Decisión N°1356 en beneficio de los Pueblos de la Región Andina y de su biodiversidad. Las organizaciones firmantes creemos que en aplicación del Principio de Precaución, debe mantenerse y hacerse operativa la Decisión 1356 en beneficio de los Pueblos de la Región Andina y de su biodiversidad. Para bien de la propia Región Andina y para el mundo entero.

Con lo expuesto podemos señalar que los transgénicos representan una tecnología obsoleta, insegura, impredecible, inmadura, imprecisa de alto riesgo que no merece todas sus consecuencias la Región Andina.

Por lo tanto, apoyamos y respaldamos tanto los considerandos como los acuerdos emanados de esta Decisión, quedando a sus órdenes para las consultas que eventualmente tuvieran a bien hacer a la UCCSNAL.

Referencias

[1] https://www.paulalejandrorivera.com/single-post/2016/04/03/ALCANCE-T%C3%89CNICO-INDUSTRIAL-DECISI%C3%93N-N%C2%B0-1356-DICTADA-POR-EL-PARLAMENTO-ANDINO

[2] Ver https://cientificosvalidantransgenicos.wordpress.com/2016/06/03/pedimos-revocar-la-decision-1356-del-parlamento-andino-sobre-los-transgenicos/

[3] IICA. Indicadores 2012

[4] López (2007). El fracaso del algodón transgénico en el campo Colombiano. Bogotá Grupo Semillas, jun. 2007.

[5] Hay estudios de la Universidad Federal de Santa Catarina y Fiocruz en Brasil; GenØk – Noriega, la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidades Rosario y la Universidad de La Plata in Argentina; la Universidad de Milán in Italia; y la Universidad de Caen in France, por nombrar unos pocos.

[6] Ver una compilación del efecto de los transgénicos y plaguicidas en los polinizadores en https://www.rallt.org/PUBLICACIONES/abejas_web.pdf

[7] Ver www.rallt.org/PUBLICACIONES/libro%20glifosato.pdf