Por Es Fácil ser Verde, 31 de enero de 2016

Este sábado me levanté temprano, me esperaba un largo día que empezaba con una salida de campo en la huerta “Ña Enriqueta”, situada en la zona denominada La Costa (Villa Hayes, Bajo Chaco, Paraguay), en el marco de la materia de Principio de la Agricultura (Universidad San Carlos – Filial Villa Hayes).

Ese día, papá, mamá y mi hija Miley tuvieron la gentileza de acercarme a ese lugar, que al principio me pareció “nada”, pues ni siquiera tenía un letrero o cartel que lo identificara. Luego supe que sería un paraíso.

Al ingresar a su propiedad, al fondo escuchamos una amable voz que nos dijo ‘adelante, pasen’. Y así fue.

Tomamos asiento bajo un parral de uvas e inmediatamente empezamos a conversar con ella: Ña Enriqueta de Uliambre, quien todo lo que hoy sabe es gracias a su notable dedicación a la agricultura, que le fue dando en todos estos años experiencia, y también -como ella misma lo dijo- a su gran curiosidad.

Ella es la cabeza de la granja, dueña y señora; su compañero de vida falleció, ya no la acompaña, por lo que se encarga sola de su campo. En apenas unas hectáreas de tierra produce para el autoconsumo de su familia verduras como tomate, lechuga, zanahoria, cebolla, ajo; y hortalizas como zapallo, frutilla, entre otros. También frutas como mburucuyá, limón y naranja injertadas; y poroto.

Mientras que en unas dos hectáreas de tierra siembra caña dulce.

Un gallinero ocupa otra porción de su campo y está a unos pocos metros de su casa. Pero eso no es todo.

También planta hierbas y produce miel de abeja y maíz con una máquina artesanal con motor de lavarropas.

“Se puede”, expresó Ña Enriqueta al dejarnos en claro que no importa la superficie de tierra que se tenga para que uno pueda iniciarse en el cultivo.

Lo primordial es “tener arranque” y amar el campo, afirmó.

Sus hectáreas de tierra están produciendo todo el año, y con la rotación de cultivos que hace logra una cosecha excelente. No usa venenos y mucho menos herbicidas para combatir los bichos y otros males.

No, que quede claro; con un buen abono natural que conserva a un costado de su huerta se maneja.

Para ella, es fundamental dar cobertura con rastrojos y otras plantas secas a sus cultivos. Esto, explica, protege a las plantas de los rayos del Sol y mantiene la humedad del suelo.

Su técnica es total y completamente natural que ya llamó la atención de muchos ingenieros agrónomos nacionales como extranjeros. Algunos llegaron a visitar la granja incrédulos, pero luego salieron más que sorprendidos.

El calor del Chaco es sufrido, pero ella, demostró, saber manejarlo muy bien, utilizando un sistema de riego surtido de un pozo.

Nos enseñó metro a metro su terreno, todo lo que produce para su autoconsumo y también para vender.

Nos recomendó no mirar al campo como una máquina de producir dinero sino para subsistir de él en la familia, y no “ser juguete de nadie”, es decir no ser humillado por ningún patrón en nuestras vidas. Esa fue la expresión que me marcó. El campo nos da todo y no lo sabemos. El suelo nos puede hacer libres e independientes, y muchos no sabemos.

Cuenta, que hasta ahora, no tuvo que comprar verduras, ni huevos, para la cocina diaria de la familia, más que aceite y carne. Y ¿cómo lo hace? Produce todo el año y las verduras que no salen en todas las épocas, las corta, las embolsa y las guarda como conserva en un congelador.

En su corredor, debajo de su parral de uvas, se instala una larga mesa verde, donde Ña Enriqueta, va poniendo las verduras, hortalizas y frutas que han madurado, para la venta.

Todo lo que produce se va; sus fieles clientes son sus vecinos. También gente de otro lugar que llega a su granja para conocer de su técnica ambientalista de cultivo.

Relata, que en más de una ocasión, le insistieron en el uso de venenos para combatir las plagas, que ante todo quieren atacar al plantío de tomates (al menos en su caso), pero que ella siempre se negó. Aseguró que se puede producir sin ellos, y muy bien, afirmando que Dios nos dio el suelo para subsistir del mismo, pero que hoy en día estamos haciendo todo lo contrario sin medir las consecuencias futuras.

Agregó que todo esto de los herbicidas, plaguicidas y demás, fueron introducidos al mundo de la agricultura con el único propósito de beneficiar a los grandes empresarios que los venden. Pero lo peor es que, las consecuencias no tienen precio y no nos damos cuenta: las poblaciones de hoy día son muchos más enfermizas y vulnerables a cualquier enfermedad.

Tal vez la razón sea porque nos alimentamos mal.

Ña Enriqueta insistió en que no debemos someternos a ser esclavos de nadie, cuando que de una pequeña huerta, si queremos, podemos generar el sustento de cada día e incluso hacer estudiar a nuestros hijos, tal como ella lo sigue haciendo y desde hace más de 50 años.

Hoy, a sus 73 años de vida, aún se la ve lúcida con muchas ganas de seguir haciendo de unas pocas hectáreas de tierra, un verdadero paraíso, aunque ahora, por su edad, sus hijos le piden no trabajar tan duro. Tal vez ella igual lo haga, porque nos demostró que su vida es la agricultura.