Un siglo de veneno para el mundo con Monsanto

Desde hace más de cien años Monsanto ha extendido su producción química contaminante a nivel mundial, una empresa de muerte.

Por Sandra Romero, Izquierda Radio, 22 de diciembre de 2016

Con el crecimiento de la sociedad industrial en los años treinta Monsanto adquirió privilegios económicos que se han extendido en su beneficio hasta nuestros días.

Con la fabricación de sacarina para Coca Cola en 1902 inicia su producción de edulcorante artificial con efectos cancerígenos para la salud, demostrados hasta los años setentas. En 1918 produce ácido fénico, sustancia empleada en el pasado en antisépticos y en la síntesis de la aspirina. En 1920 comercializa fluidos para refrigerantes donde utiliza químicos orgánicos artificiales conocidos como hidrocarburos clorados, prohibidos por su toxicidad hasta 1979.

Con el 50% de la empresa británica Graesser Chemical Works en los años treintas comienza a invertir en las bolsas de Estados Unidos y produce resinas sintéticas y plásticos, de los materiales no biodegradables más peligrosos en el mundo. En 1936 como Monsanto Chemical Company adquiere la empresa Thomas & Hochwalt Laboratories e instala en Ohio un centro de investigación que será utilizado durante la segunda guerra mundial por el Comité de Investigación y Defensa Nacional de Estados Unidos para producir plutonio y refinar sustancias para armamento nuclear.

Un monopolio privilegiado

El poderío de Monsanto se explica como parte inherente al capitalismo. En los años cuarentas y las décadas siguientes la empresa se fusiona con empresas y marcas claves de diversos ramos de alto consumo que traen millonarias ganancias a la multinacional.

La adquisición de Santobane inicia su expansión al mercado agrícola del combate de plagas. En México surge Monsanto Mexicana S.A. en 1950, compra CIPSA y acapara la fabricación nacional de juguetes con Mattel. En los sesentas su extensión llega a América Latina y otros países del mundo y en México se fusiona con la marca Resistol.

Desde 1974 gran parte de sus utilidades provienen de la venta de “roundup”, el herbicida de más venta en el mundo, una mezcla de glifosato como ingrediente activo, un surfactante llamado “ingrediente inerte” casi desconocido hasta 1997.

En cuatro décadas se convirtió en líder del ramo alimenticio por la producción de la hormona bovina de crecimiento, la investigación y creación de biotecnología con control del 90% de los organismos modificados estandarizados y la creación de semillas transgénicas que proveen alimento a la mayor parte del globo.

Monsanto mata, igual que el capitalismo

A pesar de las protestas más de 100 países autorizan el uso de herbicidas con glifosato de Monsanto, usa su poder para sortear multas por violación a las normas sanitarias, evadir protestas en su contra y manipular la reglamentación industrial en gran parte del mundo. Y ante las investigaciones se jacta de contar con la “supervisión” sobre la salud del ser humano y el medio ambiente jamás compilada para un plaguicida.

Un monopolio respaldado por un sistema económico depredador del medio ambiente y de las vidas de millones de personas para obtener grandes ganancias, al mismo tiempo que le es funcional, como fue con la producción de armas químicas durante la segunda guerra mundial o en la intervención de Estados Unidos en Vietnam.

Una aberración del capitalismo a la que algunos sectores se oponen mientras las leyes del mercado lo imponen. Así se consolidó la industria transgénica en América con la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), que impulsó la privatización y el despojo agrario e instaló este y otros monopolios en la producción agrícola.

Como fue con el TLC, hoy el Acuerdo Transpacífico (TPP) firmado por México en febrero de 2016 con once países, beneficiará a las transnacionales y dará nuevo aliento a estas empresas de muerte. Entre los redactores del TPP está Monsanto, junto a sectores de la industria farmacéutica, automotriz, entre otros. Estos planes maniatan a los defensores del medio ambiente, investigadores y organizaciones sociales para futuras batallas legales contra Monsanto en tribunales internacionales.

En 2016 se concretaron las negociaciones para que la farmacéutica Bayer adquiriera Monsanto, un convenio histórico por 66 mil millones de dólares que se completará en unos años y varias etapas.

En 1990 surgió un movimiento contra la multinacional con protestas en al menos 40 países, entre ellos México. El 21 de mayo fue declarado día mundial contra Monsanto, con protestas y acciones de repudio. Estos movimientos en Argentina y Chile ganan simpatía entre la población y buscan echar a la empresa de su territorio, logrando algunas normas que limitan su actuación.

En México destacan el movimiento “Sin maíz no hay país” y organizaciones ambientalistas que han logrado algunas resoluciones ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

El tema llegó a La Haya donde tribunales discuten la violación a los derechos humanos y el ecocidio como un crimen de lesa humanidad. La apuesta es instalar por primera vez la afectación a gran escala del medio ambiente en esta perspectiva jurídica. Un largo proceso que podría implicar la modificación de leyes internacionales inéditas.

El escenario es incierto y la lucha legal tiene el límite de ser estos mismos organismos judiciales que son intermediarios de los problemas de la descomposición sociedad burguesa. La clave es potenciar una lucha internacional iniciada y dirigirla contra el mercado de rapiña ambiental en el mundo y los acuerdos financieros que lo respaldan.