Por Desinformémonos, 19 de diciembre de 2016

Waá pyi/ Aquí estamos:

Durante muchos años los pueblos originarios de Baja California estuvieron en una especie de invisibilidad tanto en la conformación del proyecto de nación del estado mexicano como en los estudios e investigaciones en las ciencias sociales.

Al consumarse la Independencia de México y, sobre todo, después del movimiento revolucionario de 1910 las políticas de integración de los pueblos indígenas generalmente se enfocaron en el centro y sur del país ya que la configuración cultural de los pueblos originarios del norte era sustancialmente opuesta al discurso de la nueva nación mexicana en la que se exaltó el pasado prehispánico “glorioso” del México central del que se retomaron algunos elementos culturales que se consideraron relevantes para la conformación de una identidad nacional que pudiera brindar un sentido de pertenencia común como mexicanos, así como “orden y progreso” al incipiente estado mexicano.

Los cochimís son uno de los pueblos originarios de la familia etnolinguistica yumana peninsular; habitan el territorio del desierto central de la península de Baja California desde el 2500 a. C. aunque debido a la alta mortandad en el periodo misional este pueblo originario fue declarado extinto pues se había perdido la lengua y la mayoría de los elementos culturales –materiales- de este grupo.

Aunado a ello, la falta de servicios básicos como agua, energía eléctrica y educación en sus comunidades les obligó a migrar a lugares como Guerrero Negro, Mulegé y Loreto, en Baja California Sur, en busca de trabajo asalariado. Sin embargo y a pesar de los impactos del sistema misional, así como de la disminución y disgregación de la población en todo el territorio peninsular, las y los cochimi de Santa Gertrudis, específicamente: “no hemos abandonado nuestra comunidad, ya que nos organizamos para que unos salgan a trabajar mientras otros se quedan en el lugar, cuidando y trabajando en los huertos y criando a pequeña escala su ganado.” (María Villa Poblano, cochimi)

En la actualidad, después de un largo proceso de cambio sociocultural, los y las cochimí se encuentran en un momento de revitalización cultural interesante ya que con la finalidad de obtener el reconocimiento de su ascendencia indígena, en el 2008 crearon la asociación Milapá (nombre en cochimi de una cactácea del desierto central a la que los españoles nombraron cirio, como se le conoce actualmente) conformada por nativos de las comunidades de Santa Gertrudis de Kadacamán y San Francisco de Borja Adac.

Una de las problemáticas que les llevan a organizarse en dicha asociación está relacionada con la cuestión del territorio, específicamente en cuanto a la tenencia de la tierra en la comunidad de Santa Gertrudis. Los cochimí cuentan que en el año de 1969 se creó el Ejido Independencia con alrededor de 128, 000 hectáreas, de las cuales, por ley, se exentaron las cien que pertenecen a la comunidad de Santa Gertrudis, justo por ser una comunidad indígena y tener, en su espacio, la misión del mismo nombre: “El ejido se constituyó por decreto presidencial con 30 capacitados originarios, todos pertenecientes a la comunidad y rancherías aledañas” (María Villa Poblano, cochimi).

Sin embargo, la intromisión de la Comisión Agraria Mixta en el ejido trastocó las relaciones dentro de éste, ya que en 1975 y en 1985 llevaron a cabo un par de depuraciones sin notificar a las y los agraviados. Hasta entonces, y a pesar de que la mayoría de las familias fundadoras del ejido fueron depuradas, la comunidad de Santa Gertrudis seguía manteniéndose fuera de la jurisdicción de éste pero con la creación del PROCEDE y la reforma al artículo 27, las 100 hectáreas que conforman la comunidad pasaron como usufructo del ejido, sin el conocimiento de la comunidad indígena cochimí.

Este hecho ha puesto en riesgo su territorio ya que las familias han comenzado a recibir amenazas de que se les despojará de sus huertos y casas en la comunidad de Santa Gertrudis. Es importante mencionar que la comunidad se conforma por cinco familias cochimi que desde tiempos ancestrales han vivido y cuidado las casas y huertas que son herencia de sus padres y/ o madres y las atesoran debido a ello. Allí, las y los cochimi continúan: “Conservando los usos y costumbres, las fiestas patronales tradicionales, así como la celebración de la Semana Santa más antigua de la Baja California”, cuenta con orgullo María Villa Poblano, Luchy, como le dicen de cariño.

Así, y a pesar de las problemáticas a las que se han enfrentado a lo largo del tiempo continúan dignamente en su proceso de revitalización cultural y revalorización de lo que fueron, de lo que son y de su terruño, librando poco a poco pequeñas batallas como la de volver a ser reconocidos como uno de los pueblos originarios vivos de la Baja California y decir: Waá pyi, penemu, cochimi/ Aquí estamos, nosotros, -los y las- cochimi.