Por Aníbal Ortizpozo, 9 de octubre de 2016

En los mercados internacionales se está jugando con los alimentos como el maíz, la soya, el trigo, y el café, disfrazando de escasez, –por alta demanda o baja producción– su acaparamiento para subir los precios. Goldman Sachs entre otros, aparece como el principal responsable. Hace algunos años, los precios mundiales de los alimentos se dispararon.

El número de personas viviendo en la extrema pobreza alcanzó los 150 millones. La ONU encargó una investigación sobre las causas de esta crisis alimentaria. La conclusión del informe es estremecedora: potentes especuladores internacionales provocaron una enorme burbuja en el mercado mundial de alimentos que derivó en una crisis alimentaria.

Al parecer, siempre ha sido lo usual, que cuando desaparece un producto en los anaqueles de los supermercados, el pueblo de a pie ya sabe que aparecerá después con un precio mucho más alto. En las llamadas crisis financieras, han entrado en escena nuevos actores, “los especuladores” con máscaras de inversionistas, ofrecen estabilizar el mercado y sus riesgos de pérdidas.

Bajo el concepto, en términos propios de la ciencia económica, de “derivados financieros” (en palabras simples, “derivado financiero” es un instrumento cuyo valor depende del precio de un bien subyacente, en este caso los alimentos o materias primas para su elaboración) y como la humanidad y la animalidad cautiva (mascotas) siempre necesitaran comida, ¡¡¡mejor inversión imposible!!! la escena económica de los negociados en las Bolsas de Comercio, como Wall Street, se llena de aplausos… además porque los especuladores proporcionaran liquidez al mercado. Y como las crisis financieras se han hecho permanentes, nuestros alimentos cotidianos, tienen el valor seguro de un “cheque de gerencia”.

Mientras en el mundo empresas como Walmart se ha convertido en gigante de los comestibles, sus “compinches”, las poderosas empresas monopólicas de fabricación de alimentos como Monsanto, Cargill o Tyson Food, controlan la industria del embalaje de la carne de vacuno y cerdo, el procesamiento de la soya y de los pollos de engorde, entre otros productos.

A las cadenas de negocios y almacenes distribuidores de las empresas que monopolizan la industria de los alimentos, se han sumado los productores y finalmente estos inversionistas, que no producen ni distribuyen, se apropian de la producción alimentaria, transformándose en los dueños de nuestra comida, especulan en las bolsas de comercio, creando burbujas y rumores para obtener la máxima ganancia con las materias primas y alimentos procesados.

Visible y comprobable: Los productos de Nestlé, Kraft y PepsiCo y otros, se exhiben en las estanterías de los supermercados en gran variedad de categorías de alimentos, repartidos en una decena de marcas diferentes, para un mismo producto, “es la falsa competencia “. Esta estratagema, propia del realismo mágico, es solo para engañar al consumidor, haciéndole creer, mediante el uso de esta “marramucia” de mercadeo, que tiene múltiples opciones para adquirir el producto que necesita.

En las campañas y protestas mundiales por nuestra soberanía alimentaria, también se señala a Monsanto y sus compañías asociadas, con la recomendación “EVITAR COMPRAR” por la dañina presencia en la producción agrícola de especies transgénicas, sinónimo de contaminación, enfermedades y muerte a toda la vida del ecosistema planetario.

He aquí algunas de las más poderosas empresas de alimentos, señaladas:

Aunt Jemima, Aurora Foods, Banquet, Best Foods, Betty Crocker, Bisquick, Cadbury, Campbell’s, Capri Sun, Carnation, Chef Boyardee, Coca-Cola, ConAgra Foods, Delicious Brands cookies, D uncan Hines, Famous Amos, Flowers Industries, Frito Lay, General Mills, Green Giant, Healthy Choice, Heinz, Hellmann’s, Hershey, Holsum, Hormel, Hungry Jack, Hunt’s, Interstate Bakeries, Jiffy, KC, Masterpiece, Keebler, Kellogg’s, Kid Cuisine, Knorr, Kool-Aid, Kraft, Lean Cuisine, Lipton, Loma Linda Foods, Marie Callender’s, Minute Maid, MorningStar Farms, Mrs. Butterworth’s, Nabisco, Nature Valley, Nestlé, Ocean Spray, Ore-Ida, Orville Redenbacher’s, Pepperidge Farm, Pepsi, Philip Morris, Pillsbury, Pop Secret, Post cereals, PowerBar brand, Prego, Pringles, Procter & Gamble, Quaker, Ragú, Rice-A-Roni & Pasta Roni, Schweppes, Weight Watchers Smart Ones, Stouffer’s, Tombstone frozen pizza, Totino’s, Uncle Ben’s, Unilever, V8,etc.

En Venezuela, se destacan Empresas Polar, PepsiCo Alimentos S.C.A., Cargill de Venezuela, Procter & Gamble y Coca Cola. Otras productoras de alimentos están agrupadas en CAVIDEA Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos: Alfonzo Rivas & Cía, Alimentos Heinz, C.A., Bimbo de Venezuela, C.A., Del Monte Andina, C.A., Industria Láctea Venezolana, C.A. (Indulac), Nestlé Venezuela, C.A., Ovomar, C.A., Pastas Capri, C.A., Pepsicola Venezuela, S.A., Plumrose Latinoamericana, C.A., etc., la mayoría de ellas, no todas, justifican su ninguna o baja producción por la falta de divisas para importar las materias primas, no obstante cuando las han obtenido, les han dedo otro uso.

Luego están las empresas, dueñas indiscutibles de la comida llamada “chatarra” y sus franquicias repartidas por el mundo: McDonald’s, Wendy’s, KFC-Kentucky Fried Chicken, Tony Roma’s Venezuela, Subway, Pizza Hut, Papa John’s Pizza, Starbucks Corporation, Friday’s, Dunkin’ Donuts, Domino’s Pizza, Burger King, etc.

Por su parte el gobierno venezolano tiene cerca de 300 empresas de producción, almacenamiento y distribución de alimentos e insumos, naturalmente insuficientes para frenar la escasez inducida de alimentos, que ha resultado ser el arma política más efectiva, en las llamadas guerras económicas, de cuarta o “enésima generación”, iniciadas por poder económico de monopolios y empresas transnacionales de alimentos, que apoyan la restauración conservadora capitalista actual en Latinoamérica, haciendo posible con ello, la injerencia de las grandes potencias en nuestros pueblos, que a su vez, han decidido independizarse.

En aras de garantizar la seguridad y soberanía alimentaria del país, el gobierno, ha creado la Corporación Venezolana de Alimentos y la Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas que dirigirán 14 conglomerados en los que serán ubicadas empresas estatales y privadas, entre la que destacan Agropatria, Café Madrid, Lácteos Los Andes, Aceites Diana y muchas otras que se están sumando lentamente a la producción de alimentos.

Corporación Venezolana de Alimentos, manejará 110 empresas entre públicas y privadas, agrupadas en 6 conglomerados: Arroz, Aceites y Grasas, Cárnico, Avícola, Pesca y Alimentos Balanceados para Animales.

Por su parte, la Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas conducirá 183 compañías entre públicas y privadas, agrupadas en 8 conglomerados: Lácteos, Frutícola, Transporte, Silos, Acopio y frío, Empaquetadoras, Harina de maíz y Redes de Distribución la cual agrupa a: Pdval, Mercal, Bicentenario, Bases de Misiones, Comercializadora y Distribuidora Red Venezuela CA (CDR Venezuela, CA), Fundaproal y el Instituto Nacional de Nutrición.

El Chile de los setenta y la Venezuela contemporánea, dos ejemplos, donde la historia se repite: acaparamiento para crear desabastecimiento y especulación con los alimentos, medicinas, insumos del aseo personal y otros. En ambos países, la oposición política ha recurrido al apoyo económico irrestricto de las empresas transnacionales todas, no sólo productoras de alimentos, sus franquicias y la empresa privada criolla afiliada a Fedecámaras, cuyo presidente, Carmona Estanga participó en el golpe militar del 2002, siendo designado como el sucesor del presidente legítimo Hugo Chávez.

En el acaparamiento y especulación, tienen una gran responsabilidad las asociaciones de productores, y especialmente las cadenas de distribución y venta. En Venezuela el resultado del desabastecimiento inducido, no se hizo esperar, descontento, malestar en la población por las interminables amanecidas colas y el impresionante surgimiento de una economía informal especulativa.

Ciudadanos, que lograron romper todas las normas legales, al apropiarse de los alimentos y medicinas subsidiados por el gobierno, para venderlos clandestinamente a precios exorbitantes, directamente, online o por teléfono con entrega a domicilio. Estas acciones ilegales el Gobierno Bolivariano las ha combatido, con la ley en mano, juicios y encarcelamiento, sin lograr aún el término de estas prácticas delictivas.

En el Chile de Allende se crearon las JAP (Junta de abastecimiento y precios, integrada por pobladores), en Venezuela hace algunos meses el gobierno creó los CLAP, (Comités Locales de Abastecimiento y Producción) para que el pueblo, sin distinción de su pensamiento político, ni ingresos, previa organización, censo y registro, pueda adquirir una bolsa con alimentos de la Cesta Básica, como : harinas de trigo y maíz, arroz, leche, aceite, frijoles, azúcar, fideos, mantequilla, un pollo y en ocasiones carne de vacuno, vendida a domicilio a precios subsidiados. Dicha organización está recién en pleno desarrollo y cuyo futuro no es predecible.

Lamentablemente las JAP en Chile, si bien aliviaron al consumidor, no resolvieron el problema de fondo, que basándose en lo económico como estrategia, el plan era definitivamente político, la llamada “conspiración del imperialismo del dólar”.

Las empresas transnacionales asentadas en el país encabezadas por los tres tiburones más voraces: el Consorcio Anaconda, Kennecott, la International Telephone Telegraph (ITT) y el Departamento de Estado de gobierno de EEUU, (según se rebeló en los documentos de la CIA, hoy desclasificados) financiaron todo, desde la voz de diputados y senadores conservadores y demócrata cristianos, la anexión de los militares traidores, el malestar y la desestabilización, preparando así ,el camino al golpe cívico-militar ,que terminó con la vida del presidente Salvador Allende y miles de chilenos en septiembre de mil novecientos setenta y tres.

Por ello, los ciudadanos deberíamos volvernos más conscientes, saber de dónde vienen nuestros alimentos, quiénes son sus dueños, su costo, por qué las ofertas o remates, cuándo el desabastecimiento no es real, sino un arma más de la lucha política sucia. Procurar una información veraz y actualizada accediendo a los más recientes documentales televisivos sobre investigaciones, demandas, difundidas a través de internet y las llamadas redes sociales.

Sumarse a campañas y protestas masivas por nuestra soberanía alimentaria. No más impunidad a los especuladores en general, no solo de nuestra comida, también nuestra salud, vivienda y educación. Solo así los trogloditas de la industria de los alimentos, las cadenas de distribución y venta, los productores e intermediarios, estarán acosados, por sus prácticas indeseables de convertir las materias primas y alimentos procesados en un instrumento político, exclusivo del lucro capitalista salvaje.