Por El Mundo, 3 de noviembre de 2018

La pérdida acelerada de biodiversidad puede llevar a la extinción de la especie humana. Es el mensaje apremiante y sombrío que ha lanzado Cristiana Pasca Palmer, directora ejecutiva de la Convención de la ONU sobre la Biodiversidad, que ha convocado este mes en Egipto a sus 196 estados miembros, a la luz del reciente informe de la organización WWF que ha dado la voz de alerta por la extinción del 60% de la población de animales vertebrados desde 1970.

“La pérdida de biodiversidad es una muerte silenciosa”, advierte Pasca Palmer, en declaraciones a The Guardian. “Es diferente al cambio climático, cuyo impacto se puede sentir en la vida diaria. La pérdida de diversidad biológica empieza a notarse cuando ya es demasiado tarde”.

Cristiana Pasca Palmer, ex ministra de Medio Ambiente en Rumanía, aspira a seguir los pasos de la costarricense Christiana Figueres, que lideró en la ONU la acción ante el cambio climático y fue la “madrina” del acuerdo de París. Palmer tiene ante sí el reto de lograr un ambicioso acuerdo global para la protección que de la biodiversidad en la conferencia que se celebrarán en Pekín en el 2020.

Los dos intentos anteriores, en el 2002 y en el 2010, se estrellaron contra la falta de voluntad política (Estados Unidos, en plena era Obama, participó como mero “observador”). Desde entonces, la comunidad científica ha llegado prácticamente al consenso de que estamos asistiendo a la sexta extinción masiva en la historia del planeta, propiciada esta vez por la actividad humana.

Tan peligrosa como el cambio climático

“La destrucción de la naturaleza es tan peligrosa como el cambio climático”, advierte Bob Watson, el químico de la Universidad de East Anglia que lleva años tendiendo puentes entre los dos acuciantes problemas ambientales. “Los ecosistemas son vitales para la especie humana, son su soporte de vida. Sin ellos, la producción de alimentos, la generación de energía o el suministro de agua serían imposibles. La naturaleza regula también el clima, mitiga la contaminación y propicia la polinización”.

Watson se remite al reciente informe Planeta Vivo de la WWF, difundido hace escasamente una semana, para ilustrar la necesidad de una acción urgente: “Las acciones humanas están destruyendo la naturaleza a un ritmo inaceptable y están poniendo en riesgo nuestro propio bienestar y el de las futura generaciones”.

El informe de WWF, en colaboración con la Red de Huella Global y la Sociedad Zoológica de Londres, analiza 16.700 poblaciones de 4.000 especies de vertebrados en todo el planeta. En apenas cuatro años, el declive ha pasado del 52% al 60%, en lo que los 59 científicos que colaboraron en el estudio definen como “una masacre de la vida silvestre”.

La principal causa de la pérdida de biodiversidad es la degradació de los hábitats naturales, principalente por la agricultura, la tala indiscrimada y presión urbana y la sobrepoblación. Hoy por hoy, tres cuartas partes del planeta han sido sometida a la “acción humana”. El compromiso de aumentar las zona protegidas del 10% al 17% de la superficie del planeta ha caído de momento en saco roto.

Caza furtiva, ganadería, contaminación…

La pérdida de población de especies se ha agravado en los trópicos: en Centroamérica y Suramérica se ha producido una alarmante disminución del 89%. Prácticamente el 20% de la Amazonía ha desaparecido en los últimos 50 años y la tendencia, con los últimos cambios políticos, es a acelerar la destrucción.

La sobreexplotación de especies es otro factor determinante, de la caza furtiva a la ganadería intensiva, pasando por las prácticas insostenibles de pesca. La contaminación afecta también de manera directa e indirecta a las poblaciones silvestres, así como la llegada de especies invasoras, propiciadas en gran medida en el último siglo por el aumento de las temperaturas.

Por primera vez este año, los científicos expertos en cambio climático y en biodiversidad han unido fuerzas y han empezado a coordinar sus acciones bajo el paraguas de la ONU. Critiana Pasca Palmer advierte que la estrecha colaboración será vital, pero que hará falta un giro en la opinión pública y en la voluntad política para afrontar la gravedad del problema.

“La naturaleza es muy resiliente y existen casos esperanzadores de recuperación de los ecosistemas”, advierte la directora de Biodiversidad de la ONU. “Pero las predicciones a los que nos enfrentamos son muy preocupantes: en el 2050 Africa habrá perdido el 50% de sus mamíferos y sus pájaros, y las pesquerías de Asia pueden haber colapsado por esas fechas. Los números son escalofriantes… Espero que no seamos la primera especie en documentar su propia extinción”.