Millones de campesinos cultivan alimentos, pero pasan hambre

Los agricultores y jornaleros están entre los trabajadores que sufren peores condiciones laborales y ganan salarios más bajos, denuncia una experta de la ONU en derechos humanos. Muchos de ellos están empleados en empresas de alimentación que buscan aumentar la producción y maximizar los beneficios con el menor coste económico. Más de 170.000 trabajadores del campo mueren cada año durante su jornada laboral.

Por Noticias ONU, 23 de octubre de 2018

Más de 100 millones de personas trabajan en el campo, cultivando alimentos, pero enfrentan “barreras formidables” para comer, denuncia la relatora especial sobre el derecho a la alimentación.

Hilal Elver ha presentado en un informe en el que asegura que buena parte de los agricultores y jornaleros trabajan sin protección laboral y bajo condiciones peligrosas (ver aquí).

El número de afectados es muy alto: más de 1000 millones de personas, o un tercio de todos los trabajadores del mundo, trabajan en la agricultura

Muchos de ellos están empleados en empresas de alimentación que buscan aumentar la producción y maximizar los beneficios con el menor coste económico. Según la relatora, esto se hace “a costa de los trabajadores”.

“Los trabajadores del campo, incluyendo a mujeres, niños, migrantes y jornaleros de las plantaciones se enfrentan cada vez más a bajos salarios, a empleos informales y a tiempo parcial, y a la falta de protección social y económica”, explica Elver. “Sufren condiciones de trabajo peligrosas debido a la exposición habitual a pesticidas y a las largas horas que pasan a temperaturas extremas y sin acceso adecuado a agua”.

Más de 170.000 trabajadores agrícolas mueren cada año en el trabajo. Es uno de los sectores más peligrosos del mundo, con el doble de riesgo de sufrir un accidente mortal en comparación a otros sectores.

Los migrantes, en particular, son explotados y están más excluidos que otros trabajadores del sector, ya que no cuentan con los derechos de los ciudadanos. “Los empleadores consideran a los migrantes como fuerza laboral desechable y barata, que no puede denunciar al no tener derecho para negociar colectivamente mejores salarios y condiciones”, sostiene Elver.

Más del 70% de los niños que trabajan lo hacen en el campo. Además, 108 millones de niños son “especialmente vulnerables” a los peligros de este sector.

“Los derechos laborales y los derechos humanos son interdependientes, indivisibles y mutuamente inclusivos”, explica la experta. Disfrutar plenamente de ambos “es una condición previa para que se cumpla el derecho a la alimentación”.

Según la relatora, la responsabilidad de “respetar, proteger y hacer cumplir” el derecho a la alimentación de los trabajadores es de los Estados. “Es hora de que den un paso al frente y actúen de forma urgente y decidida para que los que violan los derechos de los trabajadores agrícolas rindan cuentas y para evitar otras violaciones en el futuro”.