Por La Jornada, 27 de octubre de 2017

Investigadores de la Universidad de Colorado dicen contar con más evidencia de que el incremento en los sismos entre los límites de Colorado y Nuevo México desde 2001 se debe a los pozos que inyectan aguas residuales de la producción de gas y petróleo de vuelta al subsuelo, algo parecido a los terremotos provocados por el hombre en Oklahoma y otros estados.

Publicaron un informe que concluye que esas aguas provocaron un incremento suficiente en la presión subterránea como para generar derrumbes de formaciones rocosas a lo largo de las fallas. El estudio fue publicado en Journal of Geophysical Research: Solid Earth.