Por Vinicio Chacón Seminario Universidad, 2 de agosto de 2017

Rodolfo Umaña muestra parte del proceso de identificación de ADN en el Laboratorio de Análisis Genómico de la UNA

Se trata de productos comercializados al público en general, como nachos, tortillas tostadas y también horneadas, cereal en hojuelas de maíz, salchichas o muslitos de pollo.

Una investigación, llevada a cabo por especialistas de la Universidad Nacional (UNA) y publicada este año en el volumen número 41 (1) de la revista Agronomía Costarricense, detectó la presencia de secuencias genéticas de maíz o soja transgénicos en 31 de 36 alimentos procesados analizados.

Específicamente, se hallaron trazas genéticas de los maíces transgénicos BT11, MON810, NK603 y GA21; así como de la soja transgénica GTS 40-3-2.

La investigación fue realizada por Paula Carvajal, Hilary Ureña, Carolina Sancho y Rodolfo Umaña, del Laboratorio de Análisis Genómico, Josué Umaña, de la Escuela de Ciencias Agrarias y Frank Solano, del Laboratorio de Biotecnología de Plantas, todos de la UNA.  También participaron Mailén Arleo y Claudio Martínez, del Laboratorio de Trazabilidad Molecular Alimentaria de la Universidad de la República, de Uruguay.

Rodolfo Umaña, coordinador del  Laboratorio de Análisis Genómico (Lagen), explicó que “necesitábamos evidenciar que en Costa Rica hay trazas de secuencias transgénicas en alimentos de consumo humano y animal”.

Describió el estudio como “un tamizaje” de los alimentos, “porque la gente habla de transgénicos, pero nadie había hecho un estudio con robustez científica que lo demostrara”. Recordó al respecto que existen solo dos estudios, una tesis del 2003 del Instituto Tecnológico y un artículo publicado en la revista Ambientico en el 2005, pero que “no tiene tanta robustez científica”.

Umaña sentenció que este es el “el primer estudio con robustez científica” en evidenciar que existen trazas de organismos genéticamente modificados en los alimentos.

Un organismo transgénico es aquel al que se le ha insertado una secuencia genética de otro organismo que no pertenece a su misma especie.

Un primer paso

El estudio se limitó a confirmar la presencia del ácido desoxirribonucleico (ADN, que contiene la estructura genética de los seres vivos) de productos transgénicos y no la cuantificó, por lo que no evidenció si la concentración de estos supera límites establecidos por entidades como la Unión Europea.

Tanto Umaña como Frank Solano, coordinador del Laboratorio de Biotecnología de Plantas, subrayaron que la sola presencia de transgénicos en los alimentos no implica que un producto sea nocivo para la salud.

Ante la pregunta de por qué no se especificó en el artículo la marca comercial de los productos analizados, Solano observó no solo el hecho de que su estudio no cuantificó la presencia de transgénicos, sino que Costa Rica carece de legislación sobre los límites de su presencia en los alimentos.

“Como no sabemos eso, es irresponsable asociar presencia o ausencia de transgénico a una marca sin hacer una evaluación exhaustiva, que es mucho más cara”, expresó.

El científico detalló que el proceso de análisis inició con moler los productos en un aparato denominado disruptor, de manera que se puedan extraer los ácidos nucleicos que están presentes.

Luego de esa limpieza sigue la extracción del ADN, que es aislado mediante solventes orgánicos, se pasa luego a una fase de purificación y se obtienen las trazas resultantes, las cuales soportan una reacción de identificación específica para cada variedad transgénica buscada.

Ambos científicos informaron que se trabaja en afinar la técnica de análisis necesaria para poder cuantificar la presencia de organismos transgénicos en los alimentos.

Etiquetado

Ante el tema de si es posible etiquetar los alimentos que contengan transgénicos, Umaña ponderó que el problema es que ello requiere de análisis constantes cuyos costos deben ser cubiertos. “Las empresas no van a querer pagarlo, lo van a transmitir al consumidor”, observó; por ello planteó que otra opción es que la tecnología sirva a pequeños productores orgánicos.

Al respecto Jame García, de la campaña ¡Etiquetado de Transgénicos Ya!, no coincidió con esas consideraciones. Según dijo, hay diferentes maneras de hacer el análisis y se puede realizar a partir de muestras aleatorias de aquellos productos sobre los que se tiene mayor sospecha, como se hace con los análisis de plaguicidas.

“De ninguna manera los costos se le deben pasar al consumidor, no es culpa nuestra que utilicen transgénicos”, añadió.

Por otra parte, subrayó que la discusión de si los transgénicos son nocivos, “no es el tema”, sino “que la gente tiene derecho a decidir sobre lo que consume”.

Esa campaña es una iniciativa de la sociedad civil, con el apoyo de algunas organizaciones como la Red de Coordinación en Biodiversidad o el Bloque Verde, y de acuerdo con García lo que busca es “la defensa del derecho humano a conocer información sobre lo que comemos”.

Ese derecho, según informó se encuentra establecido en el artículo 46 de la Constitución Política, el cual entre otras cosas establece que “los consumidores y usuarios tienen derecho a la protección de su salud, ambiente, seguridad e intereses económicos; a recibir información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a un trato equitativo”.

García ponderó que así como hay quienes se oponen al consumo de este tipo de productos, también hay personas que más bien buscan los transgénicos porque creen que son más amigables con el ambiente. “Tanto para unos como para los otros la iniciativa del etiquetado es válida, es un tema del derecho humano a información que tiene que ver con la salud”, subrayó.

El activista informó que esa campaña ya ha entregado más de 28 mil firmas al Poder Ejecutivo de personas que se suman a la iniciativa de que los alimentos contengan información sobre si contienen elementos transgénicos.

García recordó que esa campaña ha ido entregando las firmas al Poder Ejecutivo “mes a mes sin falta desde abril del 2015”, específicamente a los ministerios de Economía, Industria y Comercio (MEIC), Agricultura y Ganadería (MAG), y Salud, además de al propio presidente Luis Guillermo Solís.

Sin embargo, lamentó que “no hemos obtenido respuesta, solo el Ministerio de Salud acusa recibo”.

Por otra parte, la Federación Conservacionista (Fecon) envió un comunicado al respecto en el que recordó que durante la campaña de cara a las últimas elecciones presidenciales, la posición del entonces candidato Solís en un documento difundido al respecto era de reconocimiento del “derecho de saber si un alimento contiene o no ingredientes genéticamente modificados por medio de una indicación en las etiquetas”.

Control de transgénicos

Jennifer Lee, jefe de Unidad de Normalización y Control de Regulación de Productos de Interés Sanitario del Ministerio de Salud, apuntó que desde esa instancia no hay problemas con el uso de organismos transgénicos en alimentos, siempre y cuando se trate de las variedades ya evaluadas y autorizadas.

Explicó que para cada variedad transgénica se evalúa su “equivalencia sustancial”. Se trata de un análisis que se hace internacionalmente con criterios tanto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esa evaluación consiste en un estudio comparativo entre el producto transgénico y la variedad natural que le dio origen, de manera que no contenga “modificaciones sustantivas”.

“El transgénico se regula desde el momento en que se puede liberar para el consumo humano, como no tiene riesgo adicional, para nosotros no es importante su etiquetado”, expresó la funcionaria, aunque reconoció que “es un caso de escogencia como consumidor, un derecho de información” que compete según dijo al MEIC.