Por Ecoticias, 26 de octubre de 2016

Malos hábitos

Muchas veces por falta de tiempo, por costumbre o por mil excusas más lo que hacemos no es comer, sino simplemente llevarnos un bocado a los labios, masticarlo apenas y deglutirlo sin más, con el fin aparente de terminar lo antes posible.

Esto implica muchas consecuencias, todas ellas nefastas para nuestra salud.

No siempre elegimos la comida adecuada, no disfrutamos del momento, ni de lo que estamos comiendo y como tragamos sin parar, le hacemos un flaco favor a nuestro sistema digestivo, sin contar que solemos ignorar a quienes están compartiendo el espacio con nosotros.

Estos son algunos consejos orientados a concientizarnos de lo importante que resulta alimentarnos de forma correcta, desde la elección de los que comeremos, hasta dónde y cómo hacerlo, con el fin de que una comida sea un acto saludable en todos sus aspectos.

¿Qué comer?

Más allá de las limitaciones que pueda imponernos una enfermedad (intolerancias, alergias) o una religión (alimentos kosher, no comer cerdo) o una filosofía de vida (veganismo, vegetarianismo, etc.) nuestra elección debe basarse en la variedad.

Las dietas más sanas son aquellas que contienen una cantidad adecuada, equilibrada y balanceada de proteínas, hidratos de carbono, vitaminas, minerales, etc. ya que en definitiva esos son los elementos que nuestro organismo necesita para regenerar células, fortalecer los sistemas y, en definitiva: vivir.

En cuanto al origen de lo que comemos no hay ninguna duda de que cuanto más orgánico y ecológico sea un alimento, menos elementos tóxicos estaremos aportando a nuestro cuerpo.

No hay que olvidar que los químicos, pesticidas, etc. implican un esfuerzo extra para ser eliminados, cuando no son bioacumulativos o generan resistencias (a los antibióticos u otras medicaciones).

¿Cómo comer?

Cada persona es diferente, tiene sus propios gustos y una determinada capacidad estomacal, pero la gran mayoría come más de los que debe por varias razones: estrés, poco tiempo, falta de atención en lo que hace, etc.

Lo primero que se debe hacer es servir la comida en platos algo más pequeños que los habituales, de esta manera nuestro cerebro “cree” que la porción es mayor.

Entre bocado y bocado, lo ideal es depositar los cubiertos en la mesa, con el fin de masticar muy bien antes de llevarnos el próximo a la boca.

No hay que olvidar que aquello de “comer con la boca cerrada” no es alimentarse en silencio, sino que además de ser una costumbre social, implica que luego de deglutir, es muy importante hablar y departir con nuestros compañeros de mesa, ya sea nuestra familia, amigos o colegas de trabajo; de esta forma evitamos “tragar” sin más.

Cada bocado debe tener el tamaño adecuado y ser masticado a conciencia.

Esto no es un “capricho”, sino que tiene varias consecuencias positivas: seremos capaces de sentir los sabores y de disfrutarlos, ayudaremos a que nuestra digestión sea más efectiva y por ende evitaremos en parte, problemas como el reflujo, las úlceras o los dolores estomacales.

Otro dato importante a tener en cuenta es que, si nos salteamos alguna de las cuatro comidas que deberíamos tomar diariamente, lo más seguro es que a la noche, cuando nuestra voluntad flaquea porque estamos cansados, acabemos por comer mucho más de lo que necesitamos y esa es una pésima opción.

¿Dónde comer?

El sitio puede ser de libre elección, siempre que sea un lugar limpio, donde podamos estar cómodos y con la compañía adecuada.

Ya sea al aire libre, en un restaurante o en tu propia casa, busca un lugar donde puedas comer con tranquilidad y sin apremios. El televisor es la peor compañía cuando comemos, por la simple razón de que vamos a ser “bombardeados” por anuncios de comida chatarra, que inducen a nuestro cerebro a querer más. La mejor idea es sin dudas prender la TV cuando estemos satisfechos y negarnos conscientemente a comer delante de la “caja boba”.

Estemos dónde estemos y más si tenemos compañía, los móviles, tabletas y demás instrumentos de comunicación están de más.

El mundo no dejará de girar si mientras nos alimentamos nos dedicamos a ello, prestándole toda la atención que el acto merece, por respeto a nuestro propio cuerpo al que debemos cuidar y alimentar y a los que están compartiendo ese espacio y momento con nosotros.

Una buena charla es sin dudas el complemento ideal para que una comida sea completamente saludable.

Evita discusiones y enfrentamientos (piensa que para discutir se necesitan al menos dos personas que estén dispuestas a hacerlo, así que niégate a ser partícipe de ellas).

En vez de ello disfruta del momento, cuenta, comparte y escucha anécdotas divertidas y positivas; está comprobado que reír mientras se come es un aliciente más para alimentar nuestro cuerpo y despejar la mente.

Ponte a ello (no olvides cepillarte los dientes después de cada comida) y ¡Qué aproveche!